Bismi-l-Lahi Rahmani-r-Rahim
Allahumma salli ‘ala sayyidina Muhammadin ‘abdika wa rasulika nabiyyi-l-‘umiyyi wa ‘ala ‘alihi wa sahbihi wa sallimu taslima.
He aquí un bello relato que el conocido santo murciano Muhammad ibn al’Arabi nos aporta sobre un ‘waly andaluz de su época. Esta pequeña historia forma parte de su obra titulada “Epístola de la santidad”, donde nos describe brevemente los hechos más notorios de los ‘awliya andaluces de su tiempo.
Ciertamente Muhiddin ibn ‘Arabi fue uno de los grandes ‘awliya del Islam, junto a Yunayd al Bagdadi, Abdu-l-Qadir al-Yilani, Abu Madiam de Cantillana y algunos otros.
Este relato, corto pero intenso, nos habla de la importancia que tienen tanto para Allah, como para el universo musulmán los ‘awliya o amados de Allah (ta’ala).
Cuenta ibn Arabi así sobre Abu Muhammad al Qabayili:
Residió en Córdoba hasta su muerte, por licencia expresa del Profeta de Allah. Yo llevé a mi padre a que lo viera, para que lo recomendase a Allah en sus oraciones, y el nos retuvo en su casa desde la madrugada hasta la hora de la oración de media tarde, la cual hicimos en su compañía, después de comer de su comida.
Cuando entrabas en su habitación, antes ya de que lo vieses, te sobrecogía la emoción extática. Y así que le echabas la vista encima, veías que era un personaje de imponente aspecto, cubierto con su hábito de lana y meditando constantemente. Cada día variaba las jaculatorias que le servían para su oración (dikre) en las diferentes horas en que distribuía el tiempo. Así, por ejemplo, unos días recitaba mil veces: Subhana-l-Lah. Otros días: “Allahu ‘Akbar”. Otros : Al-Hamdu li-l-Lah” Otros “La ilaha illa-l-Lah”. En sus plegarias rogaba por todas las criaturas del cielo y de la tierra, incluso por los peces del mar. Era muy fácil a las lágrimas.
Quiso una vez abrir un pozo en su casa, y le trajeron, para que lo abriese, un renegado quien estaba cautivo. Mientras éste hacía la obra, dijo Abu Muhammad: “Ya que este renegado nos sirve con su trabajo, pediremos a Allah que lo convierta al Islam”. Y se pasó toda la noche en soledad rogando a Allah por su conversión. Al amanecer, volvió el renegado a su trabajo, convertido ya al Islam, y al preguntarle por qué se había convertido, dijo: “He visto en sueño al Profeta y me ha ordenado que creyese en él, y he creído; y luego me ha dicho: “La intercesión de Abu Muhammad Majluf ha pasado por ti”.
Un día lo dejé en su casa perfectamente sano y me fui a mi casa. Cuando llegó la noche, me acosté en mi cama a dormir y vi en el sueño como si yo me hallase en una tierra extensa, y distinguí una nube cercana, de la cual salían relinchos de caballos y un ruido de hierros que se entrechocaban, como de frenos y bridas. Vi luego que se acercaban varias personas, unas a caballo y otras a pie, las cuales iban acampando en aquella llanura hasta llenarla por completo. Jamás había yo visto rostros más bellos, ni túnicas más blancas, ni cabellos más hermosos, que los de aquellas personas. Entre ellas distinguí a un personaje de elevada estatura y barba blanca, rostro ancho y mejillas pronunciadas, quien apoyaba una de sus manos en su mejilla. A este personaje, que estaba en medio del grupo, me dirigí y le pregunté: “- Dime qué es esa muchedumbre tan numerosa? ” El me respondió: “ – Estos son todos los profetas, desde Adam hasta Muhammad. Ni uno solo ha dejado de bajar.” “ – Y tú, quién eres de los profetas?”, le interrogué. “– Yo soy, me dijo, Hud, el profeta enviado al pueblo de Ad”. Yo seguí preguntándole: “ – Y a qué habéis venido?” “– Hemos venido, me respondió, a visitar a Abu Muhammad en su enfermedad” Luego me desperté, pregunté por Abu Muhammad y me encontré con que aquella misma noche había caído enfermo. Unos pocos días después murió.
Salam
salam ´aleykum
ResponderEliminarQue hermoso, Subhana Allâh! que belleza y que dignidad.Que paz y emoción tras leerlo.
Gracias
salam
Anouar