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sábado, 21 de mayo de 2011

Consideraciones sobre el maqam - VII

Bismi-l-Lahi-r-Rahmani-r-Rahim

Allahumma salli ‘ala sayyidina Muhammadin ‘abdika wa rasulika nabiyyi-l-‘umiyyi wa ‘ala ‘alihi wa sahbihi wa sallim taslima

Y ahora vayamos al encuentro maestro-discípulo. Muchos creen que dicho acontecimiento se traduce en un rito llamado vinculamiento. Más aún, algunos estudiosos del sufismo teórico creen que el momento del encuentro debe tener como colofón un determinado acto donde el maestro y el discípulo se dan la mano el uno al otro y se recitan tales o cuales palabras. Esta cortedad de visión, procede ni más ni menos del apego del discípulo a una enseñanza occidental de carácter lógico-racional, cerrada a y en ella misma.
Cuando se produce el acto de voluntad por el cual, el maestro acepta al discípulo, y éste a su vez consiente en seguir a su maestro, no es necesario que se produzca acto alguno, sino que ambos se den una palabra entre ellos y de ambos a Allah. Una promesa para seguir al maestro en el caso del discípulo, y una palabra del maestro, mediante la cual toma la responsabilidad de guiarle, siempre y cuando el discípulo cumpla su parte.
No obstante, vayamos al paso anterior, el encuentro.
La condición sinequanon para que se produzca el compromiso maestro-discípulo, es el hecho en el cual, antes, tanto el chayj como el murid, hayan tenido signos divinos de la conveniencia y la validez de la relación la cual va a dar comienzo. Para ilustrar dichas palabras relataremos la historia del chayj Darqawy con su maestro Ali Al-Yamal, y la nuestra propia con nuestro chayj.
El chayj Darqawy (Muhammad al-Arabi a-d-Darqawy) era descendiente del Profeta – sobre él la gracia y la paz -, había estudiado el fiqh, tanto que se sintió atraído hacia el sufismo, debido a su consciencia de los límites de la ciencia exterior. Había oído hablar de sidi Ali al Yamal tan bien que decidió tomarle como maestro. Para ello se dirigió a Fez. Una vez llegado a la puerta de la mezquita donde se encontraba el maestro, entró, saludó al maestro, a quien encontró a la sazón en la labor de barrer el suelo. El maestro le preguntó quién era y que venía a hacer allí. A esto Muhammad al-Arabi, le hizo saber que deseaba aprender de él el tasawwuf. El chayj Ali Al-Yamal, le llenó de improperios y le dijo que se fuera, pues no le encontraba cualificado para semejante empresa.
A la mañana siguiente, Ali Al-Yamal, a la sazón dentro de la mezquita, abriendo la puerta de ésta, se encontró en el umbral de la puerta con Muhammad al-Arabi, quien había pasado toda la noche allí. El discípulo dijo ante el asombro del maestro: - He permanecido toda la noche aquí en la esperanza de que cambiaras de opinión y me aceptaras - . A partir de ese momento, Muhammad al-Arabi a-d-Darqawy se convirtió en el único discípulo de Ali Al-Yamal.
En mi caso, después de solicitar de sidi Salah el poder seguirle en el camino de Allah, no recibí una respuesta inmediata. Antes bien, su respuesta fue: - Ven algunos días conmigo y veremos lo que se puede hacer -. Fui a su mezquita y me hizo dormir en ella algunas noches. En una ocasión, se subió a dormir en el piso de arriba, mientras yo hacía lo mismo en el piso bajo. Por la mañana me dijo: -“Creo que podemos hacer algo tu y yo. Mientras dormía me he visto teniendo un bebé recién nacido en mi mano. De esta forma asido, lo golpeé contra la columna de la mezquita tres veces hasta que murió –“. Esto es para mí un signo de que te puedo guiar. El niño eres tú, y la muerte significa la vida en virtud de las palabras del Qur’an:
Él es Quien os dio la vida luego, os hará morir, luego, os volverá a la vida. El hombre es, ciertamente, desagradecido. (22-66)
Allah hace salir la vida de la muerte y la muerte de la vida (30-19)
Me indicó el que debía dejar mi trabajo para trasladarme a Tetuán, cosa que hice. Mientras me encontraba haciendo las maletas para mi traslado, vi en sueños a Rasul, el cual se acercaba a mí, predicando de lugar en lugar en medio de la montaña. Es en esta montaña, situada en las afueras de Tetuán, donde él vivía y donde construí la que con el tiempo habría de ser mi morada. Con esta visión me pude asegurar de que estaba siguiendo a un verdadero chayj.
Lo que pretendemos expresar con esto, es que tanto el maestro como el discípulo, deben tener el permiso divino para darse la palabra mutuamente. Si un murid sigue a un falso chayj habrá fracasado en su vida, sino reacciona a tiempo. Por el contrario, si un chayj da el vinculamiento a un discípulo el cual no pueda seguir la tariqa, el maestro no muestra el tener un gran maqam, y el discípulo fracasará de manera estrepitosa. Las causas del fracaso habrías de imputarlas al maestro y al discípulo. Al primero por no ceñirse a los límites de su maqam y al segundo por tener una elevada idea de si mismo.
Así pues, en resumen, tanto el maestro como el discípulo, deben tener clara la Voluntad de Allah, la cual les permitirá o no el comprometerse en una tan delicada como importante relación.
Es en el momento en el cual un encuentro similar se produce, donde la luz se encuentra con la luz. La luz del chayj se encuentra con la luz incipiente de su heredero. El universo se regocija de un encuentro semejante, donde Rasul, a través de su representante, transmite su mensaje sublime a aquel discípulo, quien, por este acto, pasa a formar parte de los amados del Profeta. Encuentro de luz, en la luz, por la luz, encuentro bendito y momento crítico en la vida del murid. Ese día es mejor que el día de su matrimonio, mejor que el día donde sus hijos ven la luz del mundo, mejor que el mundo y todo lo cual este contiene. Se trata de un acontecimiento sin par  en un mundo cansado de contemplar en su seno una multitud de mediocres pasajes.
Dicha relación debe estar basada en una confianza mutua. Una relación donde el maestro hace las veces de padre y el murid de hijo. El padre espiritual, el cual vela por su discípulo a través de la distancia y el alejamiento físicos. Una relación más intensa que aquellas a las cuales estamos acostumbrados en nuestras vidas. Cuando miramos a nuestros maestros debemos ver a Rasul, pues es con la luz llamada Muhammad, con la cual nuestros maestros iluminan nuestro caminar y nuestra nueva visión de las realidades, de estado en estado.
Con toda evidencia no hemos terminado de hablar sobre este sujeto. Antes bien, a fin de poder continuar, hemos querido dejar claro, algunos puntos básicos de la relación maestro discípulo. Dichas notas básicas, servirán de base de compresión a aquello lo cual debe seguir, pues, a partir de ahora, os puedo asegurar, queda garantizada nuestra entrada en materia. Preparaos entonces a escuchar algo nuevo, no oído hasta entonces, pero tened presente el hecho de que aunque aquello que vais a escuchar es nuevo para vosotros, no se trata ni tan siquiera de la mitad de aquello lo cual es susceptible de ser conocido  en el mundo real de la ma’rifa. Como dijo un maestro:
Los libros no son más que las cenizas del conocimiento.

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