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miércoles, 3 de octubre de 2012

Sidi Abdurrahman Bedran - sus amigos y enemigos - I

A-s-salamu 'alaykum:

Como prometido, iremos contando poco a poco las peripecias de ese grupo de guenonianos del cual solamente uno pudo ser sufi.

Getafe (Madrid). En una sociedad en plena transición política, dos jóvenes, quienes no queriendo pasar por vulgares buscaban una manera de sobresalir, comenzaron a estudiar para confeccionar una obra literaria que atacara el concepto religioso. Dichos jóvenes, cayeron prendados por la obra de un francés llamado Réné Guenon quien en sus escritos intentó demostrar el estado moral y espiritual tan lamentable en el cual se encontraba la sociedad “Occidental”.


¡Qué gran filón! Pronto esos jóvenes comenzaron a hacer alarde de su doctrina en público, llegando a formar un grupo. Pero, como ocurre en toda sociedad jerarquizada a la manera castrense, aunque el grupo fuera de pocos miembros, solamente podía haber un jefe, con lo cual uno de ellos desistió y se retiró del grupo poco tiempo después de su formación. Como buenos guenonianos comenzaron o comenzamos a practicar el cristianismo, pensando salir con ello del ámbito de ese “Occidente” tan malévolo y plagado de horrores.

Pronto llegaron los aventureros, y entre ellos, Yahya el Gallego, aquellos quienes llevaban a sus espaldas un pasado de holgura económica familiar, la cual les había servido para “conocer mundo”. Como estar practicando el cristianismo era muy aburrido para gente tan inquieta como estos últimos, y el jefe Guénon daba otras alternativas, algunos muchachos se fueron a dar una vuelta para visitar a un chayj de la tariqa ‘alawiyya residente en Niza. Mal cayeron por allí, pues el padre del chayj sidi el Mehdi acababa de fallecer y los fuqara acababan de elegirlo como máximo mandatario, todo hay que decirlo, de una manera poco ortodoxa.

El joven Jalid Ibn Tunas (nieto del sucesor espiritual del chayj al-Alawi) se les sinceró diciendo que él no era un chayj, que le habían forzado a aceptar “el puesto”; confesó tener un problema con el tabaco y con sus costumbres de joven integrado de lleno en la sociedad francesa moderna. Asi que, el joven “chayj” Jalid les mostró con el dedo a un viejo faquir de Oran, quien en toda sinceridad dijo no ser un chayj ni tener el grado espiritual necesario, indicando a sidi Abdurrahman Bedran, moqaddem de Tlemcem y discípulo del verdadero chayj de la época, llamado Abdussalam Ta’lidi.

A partir de ese momento todo fue preparar el viaje a Tlemcem; y ello, entre aquellos quienes empezaban a sentirse desde aquellos instantes los responsables y dirigentes del grupo. Es ahí cuando comenzaron el protagonismo y las batallas entre dos personajes peculiares donde los haya, pero en el sentido negativo del término: Pedro el getafeño y Yahya el gallego.

Llegados a este punto, Pedro el getafeño, se quiso poner a la cabeza argumentando que suyo había sido el mérito de haber descubierto al “gran maestro Guenon”.

Así pues aquello se convirtió en un pequeño cuartel donde los mandos empezaban a estar bien definidos. Hay que tener en cuenta que Guénon (a quien llamaremos “el capo” a partir de ahora) tenía una especial predilección por el concepto jerarquía, importada por él del sistema social de castas hindú, y porque no decirlo "de las castas masónicas"; precisamente él aspiraba a llegar a lo mas alto de ella y hacerse así merecer un “bien ganado premio” como recompensa particular a sus "geniales"teorías estrellas inventadas por él para su querida masonería: “La tradición Primordial y Iniciación y Realización.

No era pues un grupo de muchachos quienes iban a visitar a un chayj, sino un grupo del capo que iba a realizar una excursión por tierras del Islam en el seno de una tariqa sufí.

Habría que haber visto la cara del bueno Abdurrahman Bedran cuando este grupito le dijo que venía de parte de Guénon. ¿Quién es ese señor, les preguntó; es un político francés? No se equivocaba Abderrahman al hacer esta apreciación, pues un masón es eminentemente un político.

Pronto, muy pronto, el gesto de sidi Abderrahman cambió y se volvió sombrío cuando hubo de ver a Pedro el getafeño, llorando y berreando para que le hiciera moqaddem del grupo, todo ello delante del mismo rostro del contrincante al poder, quien no se atrevió a formular palabra en esa ocasión, esperando otra mas propicia para asestar el golpe, como veremos mas tarde.

Abderrahman Bedran no tenía opción: o aceptaba al grupo pensando que quizás en él podría haber alguien quien mereciera la pena o les daba portazo ante esa manifestación de niñería guenoniana. Guenon había jugado sus primeras cartas delante de sidi Abderrahman Bedran. Abderrahman aceptó pensando que después veríamos a ver que es lo que había por España, si es que había algo.

Así pues, Pedro el Getafeño vino a España rutilante de alegría al ver que le habían dado el caramelo apetecido desde hace años. Ahora era jefe, lo cual según las teorías del capo Guénon era un signo de cualificación espiritual. El, un simple delineante de la Ericson, convertido en un incipiente "gran moqaddem" ni mas ni menos que de una organizació iniciática Oriental (dicho esto en términos gueno-masónicos). Era el sumun para el ego. 

Continuará...



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