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lunes, 22 de octubre de 2012

Sidi Abderrhaman Bedran - sus amigos y enemigos - V


Bismi-l-Lâhi-r-Rahmâni-r-Rahîm

Continuamos como prometido con la historia y doctrina de Abderrahman Bedran – que Allâh esté satisfecho de él.

Cuando me llamó para hablar por última vez, tuve la impresión de que él sabía que no iba a dirigirse a mí en el futuro. Sus recomendaciones fueron contundentes y el lenguaje utilizado en ellas era como el padre quien sintiéndose morir se dirige al hijo por vez última. Sin embargo, en ese momento se encontraba sano. Yo me hallaba preparando un viaje a su casa de Tlemcem, el cual nunca pudo llegar a realizarse.

Efectivamente, sidi Abderrahman cayó enfermo de un cáncer de páncreas fulgurante. Para todo aquel quien sea médico o haya estado en contacto con la medicina, al menos como lo hemos estado nosotros, aunque es posible que un cáncer de páncreas pueda ser fulgurante, también es verdad que si no se trata de un diabético o un fumador empedernido (sidi Abderrahman no lo era), las posibilidades de que ello ocurriera son bastantes más limitadas, a no ser de que ello se deba a una intoxicación o un envenenamiento, tal y como le ocurrió al hermano de mi esposa aproximadamente por aquellas fechas.

 No queremos asegurar nada pues nada sabemos, pero nos extrañó enormemente oir a Yahya el gallego decir: “He soñado que sidi Abderrahman murió envenenado”. Suponiendo que ese sueño fuera verídico y no una invención, su interpretación no podría considerarse como literal, significando otra cosa bien diferente. Podría tratarse asimismo de una sospecha manifestada y sacada al aire de esta manera, o pudiera tratarse de cualquier otra cosa. Sea como sea, un cáncer de páncreas fulgurante en un no diabético, aunque no es médicamente descartable, al menos si es muy llamativo en una persona de aún 63 años. Allâh sabe, nosotros no. No sabemos nada, no hemos visto nada: decimos cuanto hemos visto y oído. Sea como fuere, a sidi Abderrahman le había llegado su día prescrito, y ello coincidió con el Mawlid (aniversario del Profeta – sobre él la plegaria y la paz -) del año 1985.

Sidi Abderrahman Bedran no fue un chayj en el sentido de “llevar hasta un discípulo a su maqam”. Si alguno dice que el problema estaba en los discípulos,se encuentra en un error, al no considerar al Destino como formando parte y siendo pilar de la situación; si Sidi Abderrhaman hubiera estado capacitado para llevar un discípulo hasta su maqam, Allâh le hubiera mantenido más tiempo en vida. Pero no fue así. Si fue un salih, un wali. Como lo hemos dicho en más de una ocasión: no todos los ‘awliyya tienen el maqam de chayj. Solamente un chayj puede llevar y lleva al discípulo hasta el maqam de la wilayya y/o de la ma’rifa.

Cuando consideramos el método que utilizó Abderrahman Bedran con los fuqara de la tariqa surgieron en nosotros muchísimas dudas hacia su capacidad de guiar al grupo. Ahora bien, precisamente ayer pudimos leer un hadiz al cual disipó esas dudas y nos dejó ver con seguridad y claridad que sidi Abderrahman Bedran no podía hacer otra cosa con un grupo de esas características.

El método consistía únicamente en invocaciones y algunos consejos, pocos en verdad:
Las invocaciones en solitario se componían de 2 horas diarias de recitación de “La ‘ilaha ‘illa-l-Lâh” (una por la mañana y otra por la tarde) más el wird de la tariqa ‘alawiyya (compuesto de Istigfar+sala ‘ala-n-nabi+La ‘ilaha illa-l-Lâh), asimismo dos veces por día.

Las invocaciones en grupo se componían del wird ya mencionado, el dikre del Ism o “La ‘ilaha ‘illa-l-Lâh”; posteriormente se pasaba a la sama’a (recitación cantada de poemas místicos) y la ‘Immara. Esta última se componía de un círculo en donde los componentes se movían en forma rítmica invocando a Allâh mediante las palabras Huwa Allâh. Más tarde, los movimientos se aceleraban (siempre cadenciosa y pausadamente) hasta que las palabras pronunciadas se contractaban en Huwa.
Todos estos ritos proceden del Profeta – sobre él la plegaria y la paz -, y se encuentran adscritos en el marco de enseñanzas las cuales él mismo dio a sus Compañeros y no a toda la Umma.

 Anteriormente, en la época de Hasan al Basri, por ejemplo, todo ello se hacía en las mezquitas, hasta que las envidias de ‘ulama amantes de dinero y reputación les apartaron de ellas y los componentes de las tariqas debieron recluirse a las zawiyyas a fin de practicar aquello lo cual no forma parte de otra cosa sino del Ihsan.
Una mención especial merece la Immara, tan denostada por algunos ciegos ignorantes. El chayj al-Alawi explica los movimientos cadenciosos de la Immara, como el estremecimiento propio del ser humano al recibir las iluminaciones divinas. Si, como dice el Qur’an, el Libro descendiendo sobre una montaña la hubiera partido en dos ¿qué inteligencia sana puede sostener que el ser humano (más débil que la montaña) quede inerte ante la fuerza de la manifestación de la Presencia Divina?

Pero, atención, mucha atención: Estos ritos en grupo proporcionan un estado pasajero y no duradero. Su utilidad se limita a proporcionar una capacidad a detectar los signos de Allâh mediante una apertura de alma, pero nunca son sustitutivos del verdadero y principal trabajo de la tariqa, a saber: “La Guerra Santa mayor contra las pasiones del nafs”.

Estos ritos comunes se tratan de un estadio menor y preliminar en la tariqa, y en estos últimos tiempos se han estado tomando por muchos grupos, caidos en el extravío, como un fin en si mismo.  Y al ser así, algunas falsas tariqas los ha ido distorsionando haciendo de ellos una parte de la execrable escena de “glamour” la cual sirve como carta de presentación a falsos chuyuj quienes basan sus enseñanzas e ingresos en atraer a los adeptos a base de músicas, coloridos y bailes cada vez más sofisticados e innovadores. Tal y como decía Ibn Arabi de algunos sufís orientales caídos en el ostracismo: “El cantor rebuzna sus melodías, mientras los brutos ejecutan sus movimientos obscenos”.

Es por ello que pude comprender  el hecho de que el que sidi Abderrhaman nos ordenara reunirnos de esta guisa, al menos una vez por semana, no tenía otro fin que  no nos viéramos envueltos en otros menesteres peores y que de alguna manera pudiéramos beneficiar del perdón de Allâh, pues otra cosa más, tal y como se comportaban los miembros del grupo, es difícil de imaginar. Dice el hadiz:

No existe ninguna asamblea donde se recite en grupo el nombre de Allâh, en la cual sus miembros no obtengan el perdón de sus pecados.

Es pues a esto, y no a otra cosa, que sidi Abderrahman había destinado estas reuniones.

Ahora bien: ¿qué ocurre, si como sucedía en ese grupo, dichas reuniones eran utilizadas por algunos para criticar y calumniar obscenamente? ¿Podrían ellas atraer el perdón de Allâh a aquellos involucrados en estos menesteres? La respuesta en toda evidencia es: No.

En cuanto a las invocaciones en privado, es ahí donde cada uno de nosotros había tomado una responsabilidad la cual sería un bien para él si en el resto del tiempo obraba el bien y su ni’a era buena, y causa de hundimiento si la ni’a era mala y el comportamiento también.

Es este el motivo por el cual no vimos resultado alguno absolutamente en nadie, en cuanto a mejora de carácter y toma de sabiduría se refiere. Las invocaciones dadas por sidi Abderrahman no les servían a algunos sino para que pasaran el tiempo lejos de discotecas, estadios, tabernas y otros tugurios de mal vivir. Sidi Abderrahman no podía hacer más.

En cuanto a un servidor: todo ello le sirvió para ir asentando su personalidad en bases sólidas, mejorar el horizonte de visión y comprender el lugar donde se encontraba de una forma certera.

Fue seguramente mi debilidad la que no me permitió ir más allá en la época de Abderrahman. Cuando este falleció, yo contaba solamente con 29 años, mientras Muhammad – sobre él la plegaria y la paz – no recibió la Risala hasta los 40. Así, para seguir la Sunna, mi andadura en el camino hacia el maqam no comenzó a hacerse efectiva hasta que llegué a los 40 y algunos años de edad, de la mano de sidi Salah Badr, mi actual chayj, a quien tanto debo.

Queda decir que sidi Salah Badr solamente siguió a su chayj Abdussalam Ta’lidi durante cuatro años; pero este tiempo le bastó para obtener su maqam y recibir de su chayj el testimonio de que él sería su continuador. Antes de la venida de sidi Salah Badr al grupo de Abdussalam Ta’lidi, Abderrahman Bedran era quien tenía el maqam más elevado, pero una vez llegado sidi Salah, Anderrahman quedó en segundo lugar.
Todo para decir que el maqam de sidi Abderrhaman Bedran, aunque no era del nivel de, por ejemplo, sidi Uddah Ibn Tunas, no dejaba de ser un maqam de waly y de ‘arif bi-l-Lâh.

Continuaré relatando los acontecimientos ocurridos hasta el encuentro y posterior pacto espiritual con mi actual chayj: Salah Badr.

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