Un servidor es de aquellos que se convirtieron al Islam habiendo nacido en el seno de una familia católica, como otros tantos.
A causa de nuestra inquietud intelectual, así como por el descontento de haber aprendido una religión que no satisfacía nuestras necesidades espirituales, buscamos la Verdad y encontramos el Islam. No tengo duda que aquellos quienes hicimos chahada en su día fuimos conscientes de haber encontrado un tesoro.
Pero
quien encuentra un tesoro y se enriquece con él no ha hecho nada sino lo
conserva y lo dilapida, desandando el camino andado antes de llegar al
Islam.
Hemos sido testigo, a través de casi 38 años de Islam como algunos de estos conversos se han dejado seducir por las sectas, por los grupos, quienes, siguiendo siempre intereses económicos de holdings muy poderosos, se han dejado seducir por falsas doctrinas, aparentemente islámicas, pero profundamente tenebrosas.
Este caso es como el de aquel quien encuentra un tesoro, y manosrotas él, lo dilapida en juergas y demás cosas sin beneficio. O como el de aquella mujer mencionada en el Qur'an, Penélope esposa de Ulises, quien esperando a su esposo ausente, cosía durante el día y descosía lo hecho durante la noche, presa de la desesperación y la tristeza.
Por eso hermanos, aunque soy consciente que es difícil encontrar un Islam hoy en día fiel a las fuentes y correctamente practicado, debemos redoblar el esfuerzo para no dejarnos instruir por aquellos corruptos que ven en nuestro Din una máquina de hacer dinero y un trampolín hacia la fama. No en vano nuestro Profeta -'alayhi-s-salatu wa-s-salam - llamó extraños a quienes practican el Islam verdadero.
Hay que rentabilizar esa conversión, ese tesoro que encontramos en su día y ahora se encuentra en nuestra posesión. No hay que consentir que nadie nos seduzca, que nadie nos mienta, que nadie nos time aprovechándose de nuestra candidez primigenia. En otros términos hay que hacer crecer esa chahada hasta que se vuelva un árbol que dé frutos para alimentarnos nosotros y para dar de comer a otros. No perdamos tan livianamente lo que con tanta pena adquirimos.
Que Allâh nos perdone, nos guíe nos conduzca de la tinieblas a la luz y nos otorgue el Firdaws.
Hemos sido testigo, a través de casi 38 años de Islam como algunos de estos conversos se han dejado seducir por las sectas, por los grupos, quienes, siguiendo siempre intereses económicos de holdings muy poderosos, se han dejado seducir por falsas doctrinas, aparentemente islámicas, pero profundamente tenebrosas.
Este caso es como el de aquel quien encuentra un tesoro, y manosrotas él, lo dilapida en juergas y demás cosas sin beneficio. O como el de aquella mujer mencionada en el Qur'an, Penélope esposa de Ulises, quien esperando a su esposo ausente, cosía durante el día y descosía lo hecho durante la noche, presa de la desesperación y la tristeza.
Por eso hermanos, aunque soy consciente que es difícil encontrar un Islam hoy en día fiel a las fuentes y correctamente practicado, debemos redoblar el esfuerzo para no dejarnos instruir por aquellos corruptos que ven en nuestro Din una máquina de hacer dinero y un trampolín hacia la fama. No en vano nuestro Profeta -'alayhi-s-salatu wa-s-salam - llamó extraños a quienes practican el Islam verdadero.
Hay que rentabilizar esa conversión, ese tesoro que encontramos en su día y ahora se encuentra en nuestra posesión. No hay que consentir que nadie nos seduzca, que nadie nos mienta, que nadie nos time aprovechándose de nuestra candidez primigenia. En otros términos hay que hacer crecer esa chahada hasta que se vuelva un árbol que dé frutos para alimentarnos nosotros y para dar de comer a otros. No perdamos tan livianamente lo que con tanta pena adquirimos.
Que Allâh nos perdone, nos guíe nos conduzca de la tinieblas a la luz y nos otorgue el Firdaws.
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