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viernes, 8 de marzo de 2013

Abderrahman Bedran - Salah Badr - Tariqa 'alawiyya - Lo verdadero y lo falso



A-s-salamu 'alaykum:

Bismi-l-Lâhi-r-Rahmâni-Rahim

Wa-s-salatu wa-s-salamu ‘ala jayru-l-‘anam, nabiyyina Muhammad, su familia y compañeros y a todos la paz perfecta.  

Hemos decidido agrupar la serie de entradas escritas en Octubre del año pasado concernientes a mi primer chayj Abderrahman Bedran y a mi actual chayj sidi Salah Badr, así como a la legítima rama de la Tariqa Alawiya, la cual se encuentra operativa en Tetuán.

No obstante, comenzaremos con la historia del grupo donde estuve hasta 1989, para así prevenir contra las sectas a aquel quien se encuentre sinceramente interesado en seguir el verdadero tassawuf.

Como prometido, iremos contando poco a poco las peripecias de ese grupo de guenonianos de los cuales, solamente uno pudo ser sufi.

Getafe (Madrid). En una sociedad en plena transición política, dos jóvenes, quienes no queriendo pasar por vulgares buscaban una manera de sobresalir, comenzaron a estudiar para confeccionar una obra literaria que atacara el concepto religioso. Dichos jóvenes, cayeron prendados por la obra de un francés llamado Réné Guenon, quien en sus escritos intentó demostrar el estado moral y espiritual tan lamentable en el cual se encontraba la sociedad “Occidental”.


¡Qué gran filón! Pronto esos jóvenes comenzaron a hacer alarde de su doctrina en público, llegando a formar un grupo. Pero, como ocurre en toda sociedad jerarquizada a la manera castrense, aunque el grupo fuera de pocos miembros, solamente podía haber un jefe, con lo cual uno de ellos desistió y se retiró del grupo poco tiempo después de su formación. Como buenos guenonianos comenzaron o comenzamos a practicar el cristianismo, pensando salir con ello del ámbito de ese “Occidente” tan malévolo y plagado de horrores. 


Pronto llegaron los aventureros, y entre ellos, Yahya el Gallego, aquellos quienes llevaban a sus espaldas un pasado de holgura económica familiar, la cual les había servido para “conocer mundo”. Como estar practicando el cristianismo era muy aburrido para gente tan inquieta como estos últimos, y el jefe Guénon daba otras alternativas, algunos muchachos se fueron a dar una vuelta para visitar a un chayj de la tariqa ‘alawiyya residente en Niza. Mal cayeron por allí, pues el padre del chayj sidi el Mehdi acababa de fallecer y los fuqara acababan de elegirlo como máximo mandatario, todo hay que decirlo, de una manera nada ortodoxa. 


El joven Jalid Ibn Tunas (nieto del sucesor espiritual del chayj al-Alawi) se les sinceró diciendo que él no era un chayj, que le habían forzado a aceptar “el puesto”; confesó tener un problema con el tabaco y con sus costumbres de joven integrado de lleno en la sociedad francesa moderna. Asi pues, el joven “chayj” Jalid les mostró con el dedo a un viejo faquir de Oran, quien en toda sinceridad dijo no ser un chayj ni tener el grado espiritual necesario para guiar a nadie, indicando a sidi Abdurrahman Bedran, moqaddem de Tlemcem y discípulo del verdadero chayj de la época, llamado Abdussalam Ta’lidi.


A partir de ese momento todo fue preparar el viaje a Tlemcem; y ello, entre aquellos quienes empezaban a sentirse desde aquellos instantes los responsables y dirigentes del grupo. Es ahí cuando comenzaron el protagonismo y las batallas entre dos personajes, peculiares donde los haya, pero en el sentido negativo del término, dos grandes egos: Pedro el getafeño y Yahya el gallego.


Llegados a este punto, Pedro el getafeño, se quiso poner a la cabeza argumentando que suyo había sido el mérito de haber descubierto al “gran maestro Guenon”.


Así pues aquello se convirtió en un pequeño cuartel donde los mandos empezaban a estar bien definidos. Hay que tener en cuenta que Guénon sentía una especial predilección por el concepto jerarquía, importada por él del sistema social de castas hindú, y porque no decirlo "de las castas masónicas"; y porque no mentarlo también, de su posición social la cual le permitía vivir de las rentes de sus viñedos precisamente Guénon aspiraba a llegar a lo mas alto de ella y hacerse así merecer un “bien ganado premio” como recompensa particular a sus “geniales" teorías estrellas inventadas por él para su querida masonería: “La tradición Primordial e Iniciación y Realización.


No era pues un grupo de muchachos quienes iban a visitar a un chayj, sino un grupo del capo Guénon, quienes a título póstumo, iban a realizar una excursión por tierras del Islam en el seno de una tariqa sufí.


Habría que haber visto la cara del bueno Abderrahman Bedran cuando este grupito le dijo que venía de parte de Guénon. ¿Quién es ese señor, les preguntó; es un político francés? No se equivocaba Abderrahman al hacer esta apreciación, pues un masón es eminentemente un político.


Pronto, muy pronto, el gesto de sidi Abderrahman cambió y se volvió sombrío cuando hubo de ver a Pedro el getafeño, llorando y berreando para que le hiciera moqaddem del grupo, todo ello delante del mismo rostro del contrincante al poder, quien no se atrevió a formular palabra en esa ocasión, esperando otra mas propicia para asestar el golpe, como veremos mas tarde. 


Abderrahman Bedran no tenía opción: o aceptaba al grupo pensando que quizás en él podría haber alguien quien mereciera la pena o les daba portazo ante esa manifestación de niñería guenoniana. Guenon había jugado sus primeras cartas delante de sidi Abderrahman Bedran. Abderrahman aceptó pensando que merecía la pena conocer a todo el grupo por si hubiera alguien quien justificara sus esfuerzos.


Así pues, Pedro el Getafeño vino a España rutilante de alegría al ver que le habían dado el caramelo apetecido desde hace años. Ahora era jefe, lo cual según las teorías del capo Guénon era un signo de cualificación espiritual. El, un simple delineante de la Ericson, convertido en un incipiente "gran moqaddem" ni mas ni menos que de una organizació iniciática Oriental (dicho esto en términos gueno-masónicos). Era el sumun para el ego… 


…Pronto, debido a esa pertenencia al islam, llegaron los estudios del Qur’an y los hadices; así mismo se comenzaron a traducir del francés libros escritos por las más eminentes figuras del sufismo.

Tres años de intenso estudio, durante los cuales abandoné mi carrera para dedicarme exclusivamente a él y al trabajo con el cual me ganaba el sustento, me bastaron para darme cuenta de lo falso e inconsistente de la doctrina guénoniana. Pero, ¡qué curioso, que este solamente fue mi caso!


Estudiando el Islam, el cual ponía en evidencia el carácter sagrado de las relaciones humanas, donde todo musulmán debe ser considerado un hermano y donde se encuentra absolutamente prohibido abusar de él, uno podía fácilmente darse cuenta que nuestro elitista Guénon nos invitaba a considerarles como vulgo descalificado, no-apto, salvo en casos verdaderamente extraordinarios, para seguir una vía espiritual. Había pues que considerarlos como personas desprovistas de inteligencia, y poco menos que de humanidad.


Pedro el getafense era de esta opinión, es decir: él era el cualificado, detrás de él pero por debajo en la escala se encontraba probablemente Yahya el gallego y unos dos más; los demás éramos vulgo necesario; servíamos para relleno así como para recibir reprimendas “primordiales”.


Esto envenenó el grupo. Temiendo sediciones de todo tipo, Pedro pronto se hizo rodear de un grupito de espías fieles los cuales se encargarían de ir de casa en casa a fin de pulsar el estado de ánimo de la tropa. Pronto empezaron las intrigas, los abusos, las entradas innobles en la vida de célibes, matrimonios y familias. El nuevo faraoncillo, Pedro el getafense pronto se vio rodeado de un departamento de información, desde el cual se vigilaba, controlaba y traicionaba a cualquiera. También de ese departamento y por deseo expreso del capo, se organizaban insidias las cuales los delegados procuraban hacer entrar en las familias.




Manteneos alejados de la duda, ya que la duda es la palabra más deshonesta, y no os espiéis y no sondeéis (en los asuntos de otros) y no os odiéis unos a otros, y sed hermanos entre sí
.
(Bujari / Muslim)

Por no hablar del aparato de inquisición, montado precisamente para detectar ideas las cuales no pudieran ser controladas. 


A esto se unió la disidencia de Yahya el Gallego con su pequeño grupo, en el cual de momento no eran necesarias esas actitudes de control, aunque con el paso del tiempo y los acontecimientos, llegaron, y se manifestaron con otro estilo, aunque con no muy diferente talante. Yahya el gallego había sido más listo que su contrincante, pues él solamente buscaba a aquellos quienes gozaban de una posición económica favorable. ¿Para qué preocuparse de un vulgo que nada podía aportar?


Es de notar que las insidias torpes y bastas de Pedro el getafense solamente podían ser aguantadas por aquellos quienes por circunstancias de la vida, habían debido trabajar dentro de la disciplina de una empresa y no como funcionarios de la enseñanza. Estos últimos estaban acostumbrados a que nadie les controlara.


Así pues, nos encontrábamos delante de una estructura castrense la cual tomaba como base la posición social de los componentes. Quien era soldado en la vida civil, lo era en el grupo, y quien era jefe, lo era también del grupo.

Pero ¿qué pensaba Abderrahman Bedran de todo eso? Un funcionario, director de la pequeña Cámara de Comercio de Tlemcem, acuciado económicamente por tener cargo de su familia de ocho hijos en un país bananero-socialista donde los salarios eran de risa.

Abderrahman Bedran estaba harto, cansado y hastiado de Pedro el getafense y de Yahya el gallego, como así hizo saber a sus amigos más cercanos. Había aceptado una responsabilidad y no veía frutos en su trabajo. Es más, su chayj había fallecido en Marzo de 1979 y se había quedado solo ante estas circunstancias.


Pronto, un servidor, comenzó a “sacar los pies del tiesto”. En 1984, procuré organizar un viaje a Tlemcem, en silencio, para que nadie lo supiera. Pero por el motivo que fuere, los mastines de Pedro el getafense se enteraron de mi movimiento. Como el permiso ya se lo había solicitado a sidi Abderrahman para la visita y el viaje por tanto no podía ser anulado sin escándalo, Pedro envió a tres mastines de guardia de viaje a Tlemcem conmigo.


Una vez en casa de sidi Abderrahman y habiéndole informado de las circunstancias las cuales acabo de explicar, estoicamente, delante de los otros tres, me dijo: “La próxima vez vienes tu solo y no vienes con estos”.


Sidi Abderrahman había encontrado un incipiente aliado, el cual, aunque joven e inexperto, podría convertirse con el tiempo, en el resultado de su trabajo y de su paciencia.


Al año siguiente, sidi Abderrahman se alojó unos días en casa de Yahya el gallego. Hay que decir que una zawiyya no terminada se encontraba en construcción y que en aquellos momentos la otra opción posible era el hotel.


Pero Yahya el gallego quiso aprovechar la circunstancia para limitar y controlar las visitas al maestro. En dos ocasiones me encontraba hablando con sidi Abdurrahman, cuando con cualquier excusa pasaba a husmear y sidi Abderrahman había de decirle: “Te he dicho en varias ocasiones que cuando estoy hablando con Abdul Karim no pases a molestarnos.” Mientras, aprovechando que la ventana estaba entornada pues era verano, se podía ver como una cierta señora estaba apostada al lado a fin de pasar noticias a su jefe y capo Pedro.


Tan cansado estaba que el último día de estancia habló de la historia de un sultán quien había encerrado a un waly en prisión, obligándole a enseñarle la doctrina.


Me despedí de él diciéndolo que en dos meses iría a visitarle a Tlemcem, teniendo detrás de mí una veintena de ojos clavados en la escena y porque no, algún radio-casette para grabar las palabras.


Por ello salió al jardín y me llamó. Nunca se me había manifestado así, diciéndome:


Abdul Karim: tal vez tu sabes mejor que yo que le pasa a esta gente y cuales son sus pretensiones. Pero, aunque sean así no entres en problemas con ellos y si tienes algo me lo dices a mí. Mi casa está abierta para ti, ven cuando quieras.


Yo le contesté: “Sidi, usted los conoce mejor que yo; en cuanto a mi comportamiento puede estar usted tranquilo”.


Continuamos pues con unos ejemplos de manipulaciones, robos y vejaciones "primordiales", los cuales fueron y son, (como ya explicaremos) los hábitos propios de las secta satánicas, antes bien que de un grupo de musulmanes, mucho menos de fuqara' cuya teórica aspiración debería ser el desapegarse de su ego.

Así comprenderemos el significado de las palabras del chayj

 al-Alawi:

"Entre los componentes de las tariqats y de esta tariqa, existen fuqara' dayyal".

Muy variadas eran las maneras en las cuales se ejercía presión sobre los miembros “de segunda” del grupo.
 Sin entrar en detalles tediosos diremos algunas de las técnicas aplicadas por Pedro el getafense y por Yahya el gallego, comenzando por aquel. No es precisamente un entretenimiento para  nosotros el revelar estos hechos, ni tampoco lo hacemos para darnos una satisfacción personal, fuere la que fuere, pero muchas personas fueron objeto de vejaciones tales que deben ser expuestas a la luz, a fin de que quienes lleguen a leer estas líneas sepan los peligros que acechan en todo lugar donde la veneración de una persona determinada traspasa los límites impuestos por la religión y la decencia moral y espiritual.

Si me refiero directamente a mis vivencias personales, es precisamente por el hecho de que al ser testigo y parte me encuentro en disposición de relatar los hechos con pleno conocimiento de causa.

Comencemos por las técnicas utilizadas por Pedro el getafense, las cuales comentaremos de la forma más esquemática posible:

A/ Para él, ninguna otra persona del grupo se encontraba cualificada para comprender el Qur’an y el hadiz.

B/ La fe y el conocimiento se medían por el apego a su persona.
C/ Espionaje constante sobre aquello que se leía, pensaba, comentaba o sentía. Incluso los sentimientos debían ser puestos en su conocimiento, puesto que él era un guía y había que confiarle todo.

D/ Expolio económico. El señor se gastaba unos 200 Euros de aquella época (1980) en comunicar con sidi Abderrahman, mientras este le recriminaba por llamarle tantas veces. Pedro daba el parte, un parte el cual Abderrahman nunca le pidió, hasta que sidi Abderrahman hubo de cortar por lo sano. Ese dinero nos lo pedía que lo pagáramos nosotros de forma proporcional.

E/ Expolio de una zawiyya: En 1982 comenzamos a construir una zawiyya para las ŷama’as y a fin de que sidi Abderrahman se alojara cuando venía a España. Pero la casa era enorme, y se veía que existían otros planes. Quienes pagábamos y trabajábamos era la tropa y los mandos intermedios; en toda evidencia ni Pedro el Getafense ni su colega opositor Yahya el gallego ni otros mancharon sus manos con el trabajo, mientras nosotros estábamos todos los fines de semana sin falta allí para trabajar. Pronto sidi Abderrahman Bedran se enfadó enormemente con este hecho diciendo en público y en privado: “El mejor de vosotros es quien más trabaja en la zawiyya y el peor aquel quien busca una excusa para no hacerlo”.

Este hecho abusivo dio el pistoletazo de salida en mi deterioro de relaciones con ambos. Había avanzado en la religión, me había hecho psicológicamente fuerte, y aunque fingía lo necesario para que no se apercibier  an, si dejaba muy claro que mi terreno era privado y nadie podía meter su nariz en él. Decidí ser cauto hasta la fecha de mi viaje a Argelia donde expondría a sidi Abderrahman el que esos dos personajes deberían dejar de manipular el grupo.

F/ Cuando sidi Abderrahman falleció, la zawiyya no tenía razón de ser. El grupo estaba roto: Pedro el getafense apostató del Islam y se fue a adorar sus ídolos hindúes y Yahya el gallego había creado su grupo. Entonces, el grupo de Pedro el getafense vendió la zawiyya a precio de mercado (3 veces superior al precio de construcción), devolviéndonos no completamente el dinero invertido, olvidando el coste del enorme trabajo que durante dos años todos los fines de semana habíamos realizado allí. Todo ello valiéndose del miedo de Yahya el gallego y su fiel amigo Isa, quienes se dejaron intimidar por las amenazas de los apóstatas. Pero, ¿qué se puede hacer cuando se teme a las gentes y no a Allâh y llegado el momento uno se delata como incapaz de dirigir un grupo pues ni dispone de la capacidad ni la hombría suficiente para defender a sus miembros?

Y ahora vayamos con Yahya el gallego:

Cuando murió sidi Abderrahman Bedran descubrió completamente su verdadero rostro. Tenía mucho en común con su colega opositor:

A/ Según su ego, ninguna otra persona del grupo se encontraba cualificada para comprender el Qur’an y el hadiz.
B/ La fe y el conocimiento se medían por el apego a su persona.
Pero tenía cosas aún peores, pues le diferenciaba de Pedro su falta de coraje:
C/ Abuso verbal a menores: La hija de ocho años de un padre divorciado venía llorando a casa de su padre diciendo que su madre la llevaba todos los sábados a una reunión donde era insultada por: Yahya el gallego, Idriss el madrileño, Manolo el getafense y alguno mas, haciendo mención a un leve defecto físico de su padre, diciéndola: “Te pareces a tu padre, eres tan … como él”, y haciéndola llorar en el acto. ¿No es repugnante que una persona mayor se dirija así a una niña?

D/ Ridicularización a través de la maledicencia y la calumnia en público a personas presentes y ausentes.

E/ Mentiras recurrentes.

F/ Un abogado que está en ese grupo, habiendo circunstancias las cuales se dan y de las cuales deseo no hacer mención, es enviado para ir a juicio contra personas salidas del grupo quienes tienen algún juicio de familia pendiente con miembros del grupo.

G/ Para terminar, cuando comenté a mi chayj que las tres veces que había tenido un accidente en coche fue prácticamente delante de la puerta de la casa de Yahya el gallego, me respondió:”Ese es un chaytan, ¿Por qué le frecuentabas?¿No tenías bastante con el primer accidente para saber que nunca más debías ir por allí?”
H/ En general, en este grupo y para su gente era mas grave que alguien se divorciara de una mujer quien se dedicara a la magia negra que otro, por ser quien es, se casara con una segunda esposa, ya previamente dejada encinta. Se denostaba un hecho obligado, mientras se miraba a otro lado cuando se realizaba un acto punible con un castigo ejemplar por la ley del Islam.
 La chari'a se encontraba ausente de la secta. Nada es grave cuando lo hace quien lo hace, y menos cuando quien lo hace es el capo.
He aquí un resumen de las desagradables acciones de personas quienes se han quedado, unas excluidas del Islam, y otras en el oscurantismo de prácticas de corte perennialista y ocultista. Su excusa es decir que siguen a Abderrahman Bedran. Pero Abderrahman Bedran ha fallecido y el chayj Darqawi dijo:

“Aquel quien no tiene chayj tienen como chayj al chaytan” y

“Aquel quien muere sin conocer al maestro de su tiempo, muere de una muerte detestada por el Enviado”.

Ellos se limitan a hacer cuanto les viene en gana diciendo: “Esto es lo que nos dejó sidi Abderrahman”, “sidi Abderrahan lo hubiera permitido” “sidi Abderrahan no lo hubiera permitido””Quien se sale de la ŷama’a de sidi Abderrahman está perdido””Los demás son unos ignorantes pues nunca conocieron a sidi Abderrahman” y otras cosas por el estilo, lo cual se trata de una actitud cercana a la de las gentes de sayyidina Nuh – sobre él la paz -, quienes fueron castigados por haber constituido en dioses a personas virtuosas ya fallecidas.

Tenemos como costumbre dejarnos llevar por los acontecimientos cuando hacemos una entrada, es decir: esperamos que suceda algo lo cual nos indique el tema a tratar, antes de decidir nosotros mismos a través de un plan preconcebido e inamovible. El faquir es el hijo del momento, y como dichos momentos vienen acompañados de acontecimientos, no le resulta difícil el ver con exactitud por donde debe correr  la pluma. Aunque nuestro chayj nos ha dado permiso para escribir y nos anima a ello, creedme que no nos ha otorgado planing alguno a seguir. No en vano aquí no estamos en una secta, sino en un lugar donde las noticias del mundo de las decisiones divinas, llegan y se renuevan a menudo.

En el año 1998, en Tetuán,recibimos la visita de Habibu-l-Lâh Casado. Venía acompañado de un vecino, al que, sin mucho esfuerzo, convencimos para hacer la shahada: así, Francisco pasó a llamarse Isma’il, pues nos encontrábamos en el día del Aid al Kabir. En ese mismo día, sidi Salah (mi chayj y padre político), en cuya casa nos encontrábamos, inmediatamente después de la chahada de Isma’il, se volvió hacia mí diciendo:

“Te nombro mi moqaddem y te voy a enviar a España al igual que sidi Abdessalam Ta’lidi envió a sidi Abderrahman”.
Le contesté diciendo que no se daban las circunstancias en España para esa misión. A esto me constestó, que el tiempo llegaría, que el tiempo de Allâh es corto.

Después de esto hube de irme a Bélgica a seguir y terminar con mi vida profesional. Ahora, de vuelta a Tetuán, los acontecimientos toman una velocidad inusitada y las noticias llegan casi a diario.

Hace dos semanas, hube de tener una visión en sueños en la cual ví como sidi Abderrahman se encontraba agonizante (murió en 1985), rodeado de algunos de sus discípulos. Su cuerpo se encontraba rodeado de luz. Llegué hasta él y después de los saludos de rigor,  me dijo:
“Has venido aquí lleno de Temor de Allâh y de Amor a El. Es así pues que es a ti a quien corresponde que te entregue mi secreto y mi maqam”.
 Así pues me vi en el trance de estar recibiendo ambos: el secreto y el maqam. Terminando el sueño vi a Yahya el gallego jugando con imágenes cristianas y símbolos hindúes e islámicos.
No dije nada a sidi Salah sobre la visión, pues en mi fuero interno conocía su significado.

Al día siguiente, sin saber nada, sidi Salah llamó a la casa. Nos pusimos a hablar, como tantas otras tardes después del Asr. Venía con una fotografía de Abderrahman Bedran la cual formaba parte de las pertenencias que Abdussalam Ta’lidi le dejó antes de su muerte. Me la regaló. Sin venir a cuento me preguntó:

 “Dime Abdul Karim: ¿Tienes el maqam de Abderrahman Bedrán?" 

Antes de contestar pensé, como tantas otras veces había sucedido algo que yo no dije a sidi Salah, y él, como habiendo recibido la noticia por otro conducto, vino inmediatamente a hablarme de ello, sin haber sido informado por nadie.

Le contesté diciendo: “Francamente, no lo sé. Pero de todas formas el maqam de sidi Abderrahman no era un gran maqam”, le dije.

“¿Te parece poco?" Me contestó. Le dije: “No, a’udu bi-l-Lâh, pero no es eso lo que me podría dejar satisfecho. ¿Quiere decir que me voy a quedar en el maqam de sidi Abderrahman y no voy a ir más allá?”, le dije.

 Me contestó diciendo: “No te he dicho eso, pero si así fuera ¿tendrías algo que decir?” Prefiero dejar aquí la continuación de la conversación y no decir lo que continuamos hablando, lo cual por respeto a Allâh ta’ala y al secreto de Sus siervos con El, no debe ser desvelado.

He aquí pues aquello lo cual hizo despertar en mi los tiempos olvidados, pensando que sería una buena idea el sacarlos a la luz, pues tal vez pudieran ser provechosos para aquellos quienes, interesados por una tariqa, vean en ellos un testimonio vivido por alguien quien se encuentra en una verdadera vía siguiendo a un chayj verdadero.
Así pues, debo decir que no puedo recordar a sidi Abderrahman Bedrán sino es con cariño y agradecimiento. Su carácter paciente y sincero ayudaba a hacer entrar dichos sentimientos en el corazón. Quiera Allâh Altísimo estar satisfecho de él-.

Abderrahman Bedran – que Allâh esté satisfecho de él – nació el día del Aid al Kabir del año 1922 y falleció el día del Mawlid del año 1985.

Cuando entró en la tariqa ‘alawiyya, aunque era joven (unos 17 años), no pudo llegar a conocer al chayj Al-Alawi (fallecido en 1934). Fue por tanto discípulo de sidi Uddah, con quien llegó a hacer la jalwah siendo muy joven. Sin embargo, aunque waly, su maqam no era tan elevado como para poder prescindir de la ayuda de un chayj. Una vez fallecido sidi Uddah, no aceptó la elección de El Mehdi Ibn Tunas, quedando bajo la autoridad de Abdu-s-Salam Ta’lidi (chayj del Mehdi por deseo de sidi Uddah), siendo Abdessalam Ta’lidi el verdadero guía espiritual de la tariqa ‘alawiyya, una verz fallecido Uddah Ibn Tunas en 1952.

Nunca aceptó otro chayj que Abderrahman Ta’lidi, y sin embargo, aunque esto molestaba, y mucho, a los partidarios del Mehdi y de su hijo Jalid, nadie se atrevió a sacarle de sus funciones de Moqaddem en Tlemcem, función ésta, la cual le fue otorgada por el chayj Uddah. Imponía respeto, tanto por su seriedad como por su innata y sincera bondad. Como todo waly irradiaba una luz y uno experimentaba ante su presencia la sensación de encontrarse ante un representante (jalifa) vivo del Señor de los mundos.

Su niñez se vio marcada por la muerte de su madre y las segundas nupcias de su padre, las cuales para él no fueron precisamente motivo de dicha. Precisamente, su madrastra tuvo un comportamiento bastante avieso con el joven Abderrahman. Le insultaba y golpeaba demasiado a menudo, incluso cuando haciendo la ablución no la respondía, pues él nunca hablaba  mientras la hacía.

Tuvo esposa y ocho hijos, y aunque era director de la Cámara de Comercio de Tlemcem, su negativa a cobrar reshwa y a dejarse corromper por comerciantes y gobernantes, le dejó a merced del escaso salario estatal de un país socialista, alineado con la antigua Yugoslavia, el cual no daba sino para lo esencial y poco más. Por ello ocupaba la mitad de una casa paterna, teniendo acceso a un reducido espacio donde los hijos debían dormir, todos en la misma habitación, quedando otra pieza para el matrimonio y una cocina. Allâh le había guardado su recompensa para el ‘ajira, pues se dio el caso que precisamente falleció meses antes de mudarse a su nueva casa, hecha ladrillo a ladrillo con el sufrimiento de numerosos años de trabajo.

Cuando íbamos a Tlemcem a visitarle, dormíamos en la zawiyya, donde acompañados sonoramente por los yins, compartíamos con estos los mismos grifos para hacer las abluciones. No hacía falta escuchar el Adhan, ellos nos despertaban cinco minutos antes, y cuando llegábamos a los grifos, encontrábamos los aledaños completamente salpicados de agua recientemente usada.

Recuerdo siempre de él a una persona paciente, de hablar pausado, quien no se alteraba nunca. Sus reproches eran hechos con ironía y nunca llegaba a herir los sentimientos del interlocutor.

Abderrahman intentó domar las nafs de los fuqara con la dulzura. Este método tuvo el efecto contrario al buscado, pues tanto los citados en entradas anteriores como algunos más, le tenían tomada la medida sabiendo hasta donde podían estirar de la cuerda.
Puede ser que él les dejara por imposible y se limitara a cubrir el expediente, puede ser que con alguna gente no se pudiera hacer más.

No intentamos decir que su comportamiento debiera haber sido tosco y rudo, pues el ‘adab del Islam no recomienda esto, pero, ciertamente, y a vista de los resultados si se echaba de menos “algo de firmeza”. Al menos es esta mi opinión, la cual coincide con la de sidi Salah.

No obstante, nada había que reprochar en su comportamiento, ni en familia, ni en sociedad, ni con nosotros.

Cuando me llamó para hablar por última vez, tuve la impresión de que él sabía que no iba a dirigirse a mí en el futuro. Sus recomendaciones fueron contundentes y el lenguaje utilizado en ellas era como el padre, quien sintiéndose morir, se dirige al hijo por vez última. Sin embargo, en ese momento se encontraba sano. Yo me hallaba preparando un viaje a su casa de Tlemcem, el cual nunca pudo llegar a realizarse.

Efectivamente, sidi Abderrahman cayó enfermo de un cáncer de páncreas fulgurante. Para todo aquel quien sea médico o haya estado en contacto con la medicina, al menos como lo hemos estado nosotros, aunque es posible que un cáncer de páncreas pueda ser fulgurante, también es verdad que si no se trata de un diabético o un fumador empedernido (sidi Abderrahman no lo era), las posibilidades de que ello ocurriera son bastantes más limitadas; a no ser de que ello se deba a una intoxicación o un envenenamiento, tal y como le ocurrió al hermano de mi esposa aproximadamente por aquellas fechas.

 No queremos asegurar nada pues nada sabemos, pero nos extrañó enormemente oir a Yahya el gallego decir: “He soñado que sidi Abderrahman murió envenenado”. Suponiendo que ese sueño fuera verídico y no una invención, su interpretación no podría considerarse como literal, significando otra cosa bien diferente. Podría tratarse asimismo de una sospecha manifestada y sacada al aire de esta manera, o pudiera tratarse de cualquier otra cosa. Sea como sea, un cáncer de páncreas fulgurante en un no diabético, aunque no es médicamente descartable, al menos si es muy llamativo en una persona de aún 63 años. Allâh sabe, nosotros no. No sabemos nada, no hemos visto nada: decimos cuanto hemos visto y oído. Sea como fuere, a sidi Abderrahman le había llegado su día prescrito, y ello coincidió con el Mawlid (aniversario del Profeta – sobre él la plegaria y la paz -) del año 1985.

Sidi Abderrahman Bedran no fue un chayj en el sentido de “llevar hasta un discípulo a su maqam”. Si alguno dice que el problema estaba en los discípulos,se encuentra en un error, al no considerar al Destino como formando parte y siendo pilar de la situación; si Sidi Abderrahman hubiera estado capacitado para llevar un discípulo hasta su maqam, Allâh le hubiera mantenido más tiempo en vida. Pero no fue así. Si fue un salih, un wali. Como lo hemos dicho en más de una ocasión: no todos los ‘awliyya tienen el maqam de chayj. Solamente un chayj puede llevar y lleva al discípulo hasta el maqam de la wilayya y/o de la ma’rifa.

Cuando consideramos el método que utilizó Abderrahman Bedran con los fuqara de la tariqa surgieron en nosotros muchísimas dudas hacia su capacidad de guiar al grupo. Ahora bien, precisamente ayer pudimos leer un hadiz al cual disipó esas dudas y nos dejó ver con seguridad y claridad que sidi Abderrahman Bedran no podía hacer otra cosa con un grupo de esas características.

El método consistía únicamente en invocaciones y algunos consejos, pocos en verdad:
Las invocaciones en solitario se componían de 2 horas diarias de recitación de “La ‘ilaha ‘illa-l-Lâh” (una por la mañana y otra por la tarde) más el wird de la tariqa ‘alawiyya (compuesto de Istigfar+sala ‘ala-n-nabi+La ‘ilaha illa-l-Lâh), asimismo dos veces por día.

Las invocaciones en grupo se componían del wird ya mencionado, el dikre del Ism o “La ‘ilaha ‘illa-l-Lâh”; posteriormente se pasaba a la sama’a (recitación cantada de poemas místicos) y la ‘Immara. Esta última se componía de un círculo en donde los componentes se movían en forma rítmica invocando a Allâh mediante las palabras Huwa Allâh. Más tarde, los movimientos se aceleraban (siempre cadenciosa y pausadamente) hasta que las palabras pronunciadas se contractaban en Huwa.

Todos estos ritos proceden del Profeta – sobre él la plegaria y la paz -, y se encuentran adscritos en el marco de enseñanzas, las cuales él mismo dio a sus Compañeros, y no a toda la Umma.

 Anteriormente, en la época de Hasan al Basri, por ejemplo, todo ello se hacía en las mezquitas, hasta que las envidias de ‘ulama amantes de dinero y reputación les apartaron de ellas y los componentes de las tariqas debieron recluirse a las zawiyyas a fin de practicar aquello lo cual no forma parte de otra cosa sino del Ihsan.

Una mención especial merece la Immara, tan denostada por algunos ciegos ignorantes. El chayj al-Alawi explica los movimientos cadenciosos de la Immara, como el estremecimiento propio del ser humano al recibir las iluminaciones divinas. Si, como dice el Qur’an, el Libro descendiendo sobre una montaña la hubiera partido en dos ¿qué inteligencia sana puede sostener que el ser humano (más débil que la montaña) quede inerte ante la fuerza de la manifestación de la Presencia Divina?

Pero, atención, mucha atención: Estos ritos en grupo proporcionan un estado pasajero y no duradero. Su utilidad se limita a proporcionar una capacidad a detectar los signos de Allâh mediante una apertura de alma, pero nunca son sustitutivos del verdadero y principal trabajo de la tariqa, a saber: “La Guerra Santa mayor contra las pasiones del nafs”.

Estos ritos comunes se tratan de un estadio menor y preliminar en la tariqa, y en estos últimos tiempos se han estado tomando por muchos grupos, caidos en el extravío, como un fin en si mismo.  Y al ser así, algunas falsas tariqas los ha ido distorsionando haciendo de ellos una parte de la execrable escena de “glamour” la cual sirve como carta de presentación a falsos chuyuj quienes basan sus enseñanzas e ingresos en atraer a los adeptos a base de músicas, coloridos y bailes cada vez más sofisticados e innovadores. Tal y como decía Ibn Arabi de algunos sufís orientales caídos en el ostracismo: “El cantor rebuzna sus melodías, mientras los brutos ejecutan sus movimientos obscenos”.

Es por ello que pude comprender  el hecho de que el que sidi Abderrhaman nos ordenara reunirnos de esta guisa, al menos una vez por semana, no tenía otro fin que  no nos viéramos envueltos en otros menesteres peores y que de alguna manera pudiéramos beneficiar del perdón de Allâh, pues otra cosa más, tal y como se comportaban los miembros del grupo, es difícil de imaginar. Dice el hadiz:

No existe ninguna asamblea donde se recite en grupo el nombre de Allâh, en la cual sus miembros no obtengan el perdón de sus pecados.

Es pues a esto, y no a otra cosa, que sidi Abderrahman había destinado estas reuniones.

Ahora bien: ¿qué ocurre, si como sucedía en ese grupo, dichas reuniones eran utilizadas por algunos para criticar y calumniar obscenamente? ¿Podrían ellas atraer el perdón de Allâh a aquellos involucrados en estos menesteres? La respuesta en toda evidencia es: No.

En cuanto a las invocaciones en privado, es ahí donde cada uno de nosotros había tomado una responsabilidad, la cual sería un bien para él si en el resto del tiempo obraba el bien y su ni’a era buena, y causa de hundimiento si la ni’a era mala y el comportamiento también.

Es este el motivo por el cual no vimos resultado alguno absolutamente en nadie, en cuanto a mejora de carácter y toma de sabiduría se refiere. Las invocaciones dadas por sidi Abderrahman no les servían a algunos sino para que pasaran el tiempo lejos de discotecas, estadios, tabernas y otros tugurios de mal vivir. Sidi Abderrahman no podía hacer más.

En cuanto a un servidor: todo ello le sirvió para ir asentando su personalidad en bases sólidas, mejorar el horizonte de visión y comprender el lugar donde se encontraba de una forma certera.

Fue seguramente mi debilidad la que no me permitió ir más allá en la época de Abderrahman. Cuando este falleció, yo contaba solamente con 29 años, mientras Muhammad – sobre él la plegaria y la paz – no recibió la Risala hasta los 40. Así, para seguir la Sunna, mi andadura en el camino hacia el maqam no comenzó a hacerse efectiva hasta que llegué a los 40 y algunos años de edad, de la mano de sidi Salah Badr, mi actual chayj, a quien tanto debo.

Queda decir que sidi Salah Badr solamente siguió a su chayj Abdussalam Ta’lidi durante cuatro años; pero este tiempo le bastó para obtener su maqam y recibir de su chayj el testimonio de que él sería su continuador. Antes de la venida de sidi Salah Badr al grupo de Abdussalam Ta’lidi, Abderrahman Bedran era quien tenía el maqam más elevado, pero una vez llegado sidi Salah, Anderrahman quedó en segundo lugar.

Todo para decir que el maqam de sidi Abderrhaman Bedran, aunque no era del nivel de, por ejemplo, sidi Uddah Ibn Tunas, no dejaba de ser un maqam de waly y de ‘arif bi-l-Lâh.

Terminamos aquí las entradas dedicadas a Sidi Abderrahman Bedran con una breve reseña de los acontecimientos determinantes los cuales nos llevaron al encuentro de nuestro actual chayj (sidi Salah Badr):

Después del fallecimiento de sidi Abderrahman Bedran, hube de pasar un tiempo hasta encontrar y ponerme a disposición de mí actual chayj.


Cuando escuché la noticia de la muerte de Abderrahman no lo podía creer. Por el simple hecho en el cual, sabía muy bien en mi fuero interno de mi sinceridad, así como de mi completa confianza en alcanzar todo aquello cuanto los verdaderos aspirantes de la Vía buscan en ella. Fue un mazazo, pues me encontré sin chayj justo de un día para otro. Mi oportunidad de acercarme al conocimiento se había esfumado como el viento. Y además, en el preciso momento en el cual me hallaba preparando el viaje a Tlemcem, esperando el restablecimiento del chayj.


Pronto me vi envuelto en una espiral de desidia. Acudir los sábados a esas tediosas reuniones donde se vituperaba a, y jugaba con la gente fue por tres razones fundamentales:


1/ Mi debilidad.


2 / La esperanza de que algún compañero se diera cuenta del estado deplorable del grupo y pudiéramos hacer frente común.


3 / El escrúpulo de que el hecho de no acudir a esas reuniones fuera cortar con sidi Abderrahman para siempre.


Parecía ser, mejor no parecía, sino que era así, que esas personas se habían quedado bloqueadas en una espiral de hablar y actuar según lo que consideraran, o les interesara considerar, que el fallecido Abderrahman hubiera dicho u hecho en una u otra circunstancia.


Sabía que así no se podía seguir, pues si no se seguía a un nuevo maestro no se podría continuar en la vía espiritual. Traté de sondear cual era la opinión de unos y otros al respecto y pude darme cuenta de que contaba con dos opciones:


1 / Encontraba uno o dos compañeros y les convencía para ir a buscar a un nuevo chayj, con el consiguiente riesgo de que el sistema de espionaje del grupo se enterara de mis planes, y al encontrar yo al chayj se volviera a la misma situación de manipulación de siempre.


2 / No decía nada a nadie y me iba yo solo a buscar y encontrar el chayj.


Muy pronto hube de darme cuenta, después de algunos sondeos, en Madrid, Alicante y Murcia, que la segunda opción era la sola y única factible.


Pero antes de eso, y desde la muerte de sidi Abderrahman, pasaron, ni más ni menos que ocho largos años.


Debo precisar que a los pocos meses del fallecimiento del chayj hice una Istijara de 14 noches para ver si Allâh me mostraba quien iba a ser o era el chayj a seguir. En esa Istijara hube de soñar como yo solo escalaba el monte Everest. Sabía que ello significaba el futuro éxito en la tariqa, pero no era precisamente el tipo de respuesta la cual estaba buscando, aunque debo confesar que me tranquilizó, e incluso me hizo llegar a pensar que un día u otro, el final de mi andadura por la tariqa iba a desembocar en la obtención de la ma’rifa o conocimiento de Allâh.


¡Pobre iluso!: pensaba que ello era más fácil de lo que realmente es. Después por experiencia he constatado, que, aunque posible, la obtención de la ma'rifa no es un juego de niños, solamente contaba con 30 años.


La gente de ese grupo no se relacionaba con el resto de musulmanes. Se consideraban por encima de ellos. Al más puro estilo guénoniano-perennialista se consideraban parte de una élite intelectual, la cual, solamente con el simple hecho de tratar con los musulmanes de “a pie” y por lo tanto vulgares “exotéricos-feroces”, podría contaminarse, con el consiguiente peligro que los “débiles” pudieran llegar a desvelar ese “secreto esotérico” tan celosamente guardado; cuando en realidad lo único que se trataba de ocultar eran los vergonzosos manejos de “Yahya el Gallego” y sus cómplices: Isa, Idriss, Salih y Amhad el toledano.


Así pues, si bien continuaba yendo los sábados a las reuniones llamadas ŷama’as, comencé a dar rienda suelta a mi natural inclinación a reunirme con mis hermanos musulmanes. Pocos meses faltaron para darme cuenta de que entre mis nuevos conocimientos se encontraban mejores elementos que el aquel grupo “ultra-secreto” y elitista. Con toda naturalidad, comencé a faltar a aquellas reuniones sabatinas cada vez con más asiduidad. Aunque he de confesar que debido al escrúpulo de perder todo contacto con la tariqa, seguía presentándome en contadas ocasiones.


Poco a poco, desde la muerte de Abderrhaman, me pude dar cuenta como mi fuerza disminuía. Nuevas tentaciones, hasta ahora dormidas, se presentaban delante de mí. Mientras mi vida se volvía cada vez más holgada en algunos aspectos, la debilidad ganaba terreno. Era el momento: ¡o ahora o nunca! 


Me propuse pues ir a Marruecos a buscar un chayj. Era la segunda quincena del mes de Diciembre de 1992. Planeé el viaje. Pero ¡qué mala suerte! que el tiempo se empeoró extraordinariamente, hasta el punto en el cual los barcos de Algeciras llevaban una semana sin salir de puerto para dirigirse a Ceuta. Aún así salí de Madrid, diciéndome: “Aquel Quien me ha inspirado ir a Marruecos para buscar un chayj hará que se mejore el tiempo y los barcos salgan cuando yo llegue”. Y así sucedió.

Llegue a las cuatro de la tarde a Algeciras y el primer barco salió 4 horas después (no había salido ninguno hasta entonces en ocho días).

Por diversas circunstancias, ese año no pudo ser. Estuve en la casa de la esposa del fallecido sidi Abdussalam Ta’lidi (chayj de Abderrahaman Bedran), quien, sabiendo como su esposo había dejado su sucesor en Tetuán, no tuvo aún confianza para decírmelo. Pero un año más tarde, sí.


El primer encuentro fue en Diciembre de 1993. Desde el primer instante supe que me encontraba frente a frente con un wali. Comenzamos a hablar, haciendo su hija y mi actual esposa como intérprete. Sus respuestas confirmaron mi primera impresión: Me encontraba frente a un chayj verdadero; ¡por fin, había encontrado al chayj!


Cuando le informé como se movía ese grupo, me dijo: “No te conviene seguir con ellos, no tenéis nada en común, esa gente no cuenta como fuqara. Los cuervos vuelan muy alto y llaman la atención con sus estridentes graznidos; pero las palomas vuelan bajo y su arrullo es armonioso”.


Dejé de frecuentar el grupo de una vez por todas, aunque guardé un cierto trato con algunos de aquellos a quienes equivocadamente consideraba como probablemente capaces algún día de seguir un chayj. El trato que conservaba con ellos (nunca se lo dije) era por misericordia a su respecto, pues me daba pena su situación. El pago de este desvelo vino en la forma de siempre: en cuanto se enteraron como frecuentaba a sidi Salah, montaron un viaje para venir a encontrarle a mis espaldas, a pesar que frecuentemente eran invitados en mi mesa.

¿Sí estos eran los menos malos, qué se podía esperar de los otros? Al llegar, la primera palabra de sidi Salah fue: ¿Habéis dicho a Abdul Karim que íbais a venir? Se fueron con las manos vacías, pues quisieron entrar en la casa por la ventana y ya nunca más volvieron. Estaban tan acostumbrados a la lucha de egos y a los manejos, que no concebían realizar algo sin ellos.

Después de relatar este acontecimiento ocurrido en los albores de 1997, debo precisar que entre el primer encuentro y el segundo (en 1995), pasaron dos años; tal era mi debilidad en aquellos tiempos. A partir de ahí todos los tres meses me presentaba en Tetuán en la casa del chayj, hasta finales de 1997, momento en el cual, habiendo contraído matrimonio con su hija, me establecí cerca de él durante dos años. Más tarde, estuvo con nosotros en Bélgica, ocho de los trece años que vivimos allí.


Mi elección se vio confirmada, en aquellos entonces, con la visión en sueños del Profeta – sobre él la plegaria y la paz -, quien predicaba por la montaña, siendo en la montaña que habitaba y habita mi chayj. Así mismo mi chayj hubo de tener una visión, la cual le confirmaba mi disponibilidad para seguir la tariqa.


Sidi Salah Badr (mi maestro en la tariqa) me ha expresado su deseo de que escriba en un libro todas las enseñanzas las cuales he recibido y recibo de él. No obstante, mis ocupaciones nunca me han dejado tiempo para emprender dicha labor.


Ahora, cuando en breves semanas voy a disponer de ese tiempo, me he dado cuenta de la dificultad de la obra. El hecho es que sus enseñanzas las he interiorizado hasta hacerlas parte de mi persona y comportamiento. No puedo recordar las palabras exactas que me dirigió en muchas ocasiones, y aún así actúo según ellas de una forma natural, sin deber reflexionar siquiera. Así pues, deberé hacer un esfuerzo complementario para recordar y plasmar por escrito dichas enseñanzas; y ello sin deber relatar acontecimientos de mi vida que a nadie interesan y cuyo conocimiento a nadie beneficia. Todo cuanto he debido decir de mí, dicho está; con la intención de ilustrar como puede ser y como se puede llegar a encontrar un verdadero chayj, en cuanto a disposición y sinceridad se refiere.

Si alguien busca la verdadera sílsila de la Tariqa Alawiya no podrá encontrarla sin venir a Tetuán.

En Tetuán hay enseñanza, hay ma’rifa, hay maqam. Allâh está presente ¿y tú, quien dices ser buscador de la verdad, estás presente? ¿Sí?

Entoces, sin lugar a dudas, en Presencia del Señor de los mundos, te digo:

Tu pasaje obligado es Tetuán.

Salam.