Powered By Blogger

domingo, 25 de abril de 2010

VIAJE AL CORAZON DEL MUNDO

Bismi-l-Lahi-r-Rahmani-r-Rahim
Wa Allahumma sally ‘ala sayyidna Muhammadin ‘abdiKa wa rasuliKa nabiyyi-l-‘umiyi wa ‘ala ‘alihi wa sahbihi wa sallim.
Se ha escrito mucho y bien sobre el viaje sagrado a Makkah y Madina. Todo musulmán concede en su corazón una gran importancia a este acontecimiento. Si lo ha vivido ya, por lo emotivo de los recuerdos, siempre presentes en el corazón; si aún no lo ha realizado, por la viva expectativa de hacerlo en algún momento. Probablemente, si leéis lo que escribo, no encontrareis nada nuevo en lo expuesto por mí, pues todos los elementos los cuales podéis encontrar en mi escrito, seguramente los habéis encontrado ya en varios de los innumerables relatos al efecto.
Sin embargo, una imperiosa necesidad conmina a este humilde servidor del Azim (el Todo Poderoso) a escribir estas líneas. Podéis estar seguros de que es su corazón y no su ego quien documenta estas tan sencillas como sinceras palabras:
Todas mis expectativas cayeron fulminadas ante el encuentro de la realidad, la cual sobrepasa todo aquello susceptible de ser imaginado, antes de la Umrah que acabo de concluir. Una emoción sublime y serena inunda mi ser, con un recuerdo, cuya intensidad le ha hecho convertirse en presencia.
Mi madre acababa de fallecer, lo hizo después de haber abrazado el Islam. La emoción de dicho acontecimiento había abierto una puerta a un contacto con realidades del mundo intangible tal y como nunca lo había experimentado hasta entonces. Esto era una preparación para el viaje a Tierra Sagrada. La proposición del viaje me llegó a través de mi doctor. Unos días de duda y la decisión fue tomada. Me dije: -“Si yo hubiera buscado el momento, probablemente ello no hubiera sido tan beneficioso como el hecho de haberme llegado a través de otro hermano, esto es pues la Decisión de Allah, y la voy a seguir”. Y qué gran acierto!
Este acierto se vio confirmado en el manam donde pude ver a mi chayj, mi esposa, mi hija y yo subir en un cohete al espacio y caminar por él.
Comencé por Madina-l-Munawara, sí munawara (iluminada) de verdad. Llevaba los pasos a la tumba de Rasul (sobre él la Plegaria y la Paz) como la del que marcha a visitar al estandarte de sus aspiraciones íntimas. Cada paso me acercaba más a aquél a quien en algunas ocasiones había visto en sueños, a aquél por quien todos los días pido a Allah 100, 200 o 1000 veces por día (Allahumma salli ala sayyidina Muhammadin ‘abdika wa Rasulika nabiyyi-l-umiyyi wa ‘ala ‘alihi wa sahbihi wa sallim). A medida que avanzaba me preguntaba cual era más grande, si el contacto al cual marchaba con paso sereno, o aquél el cual día a día me acercaba a él. Había dicho 2000 Allahumma sally… durante el viaje para preparar el encuentro, el ‘adab del momento lo exigía. No había dormido pues hice el viaje de noche. No fui al hotel a descansar, antes bien fui directamente a la mezquita. Después del salata-l-Subh, la visita. Pasos apretados hacia su tumba, breve era el tiempo para decir a-s-Salamu ‘alaykum al profeta. No había llegado aún, pero mi corazón ya estaba allí. Llegué al fin. Mis labios se abrieron diciendo: “A-s-salamu ‘alaykum ya rasulu-l-Lah, ya imama-l-mursalin” en voz audible. Mientras en voz inaudible alacancé a decir: “ Ya rasulu-l-Lah, tu conoces mi amor hacia ti. He venido a Madina como tu invitado y espero de ti una gran acogida, aunque no la merezca. Oh Allah haz que mi amor por Rasul crezca y haz que sea digno de estar entre sus amados”. No hubo tiempo para más.
Más tarde realicé dos raka’ats en el Rawda (espacio entre el antiguo mihrab y la casa de Rasul, del cual éste dijo que se trataba de una parcela del Yanna). Cinco días permanecí en Madina y ninguno de ellos falté al encuentro.
Una presencia y un Salam sagrados se instalaron en mi corazón. Estar en Madina era estar en el Yanna. No importaba el cansancio, ni la comida, no. Lo único que contaba era el estar allí, en la ciudad del mejor hombre del Universo, rememorar los acontecimientos de su vida, sus palabras.
Viaje a ‘Uhud. Al salir de la camioneta que nos llevó, me herí en la pierna, levemente, pero me herí al fin y al cabo. Saludé a los mártires de ‘Uhud y contemplé, el campo de batalla. Subí al montículo de los arqueros, donde me pude dar cuenta de que estaba herido en mi pierna. Nada de importancia, al-Hamdu li-l-Lah. Sin embargo, entendí esta herida como el cumplimiento del ‘adab del lugar. Ir a ‘Uhud y salir herido era lo normal. Tomé ello como una prueba firme de encontrarme en el Camino de Allah. De alguna manera había participado del secreto de ese monte y me había hermanado con los guerreros del Islam, allí donde Rasul pudo salvar su vida. Tomado por un profundo estado de admiración hacia aquellos quienes habían defendido la vida de Rasul (salla-l-L ahu ‘alayhi wa sallam) con sus propias vidas, hice la siguiente du’a: -“Ya Rabbi, yo no estaba allí para defender a Rasul, y nada puedo hacer por ello en este momento. Siendo esto así, permíteme al menos ser de aquellos quienes defiendan su palabra y permíteme consagrar mi vida a ello”.
Dichoso regresé a Madinah, donde gracias a ‘Allah no falté un día a la visita del mejor de los seres creados. Por cuatro ocasiones entré al Rawdah y recé por mí, mi familia, mis hermanos en el Din, (acordándome especialmente de mi hermano Omar de Galicia) y la unidad de los musulmanes en una sola Ummah, en especial por los musulmanes de mi tierra, al-Andalus.
Una copiosa lluvia cayó sobre Madina durante el tercer y cuarto días de nuestra estancia. Llevábamos un ‘waly en el grupo (chayj Salah Badr), y Allah nos lo dejó suficientemente claro durante todo el viaje, especialmente el día del retorno a nuestros hogares.
Posterior visita al “Yannatu-l-baqi’a, el cementerio de algunos de los compañeros, esposas e hijas de Muhammad. Me paré ante las tumbas de lalla Fatima Zahra y lalla Zineb, a esta última, alcancé a decirla: “A-s-Salamu ‘alaykum, ya ummi”. Visita posterior a la tumba de sayyidina Uthman. Estar en el baqi’a me hizo sentir el perfume del Yanna en mi corazón, indescriptible sentimiento que supera las capacidades del ser humano transportándole más allá de sus propias vivencias. Sayyidina Uthman, el bravo y noble compañero quien dio su vida generosamente para evitar una más que posible guerra civil entre los musulmanes. Que Allah le acepte y le dé lo que el desee. Hermano, qué gran corazón tenías!
En mí última visita a Rasul alcancé a recitar la surata-l-Waqi’a delante de su tumba. Algo ocurrió en ese momento, así como durante mi visita a la tumba de sayyidina Uzman, lo cual destinaré al apartado de las anécdotas de Madina.
Mezquita abarrotada de fieles buscando beneficiar de la estancia en aquel lugar bendito. Gentes venidas de no importa qué lugar del mundo, llegadas para saludar a aquel por cuyo modelo Allah creó al ser humano, quien no en vano dijo: “Yo existía antes que Adam”.
Este hombre admirable, esta luz de misericordia a través de quien el Qur’an nos fue dado a conocer. Testifico que Allah escogió bien, testifico tu supremacía bendita y agradable a mi espíritu. Estandarte de la Verdad. Palabra sincera, corazón desprendido y generoso. Cima de la espiritualidad, guía verídico de las filas de los muyahidines contra su propia nafs. Luz de Madinah. Ya rasulu-l-Lah, oh el mejor de los hombres, antorcha del Islam, tu grandeza de corazón ha cautivado mi espíritu, y seguro estoy que con tu guía podré marchar hacia su fuente. Imam de los adoradores al Dios Unico. No te olvidaré, ni en la dunya ni en el ‘ajira. Solamente desearía estar entre esos ahbabi a los que mencionabas hablando de los últimos tiempos, oh Allah, sería yo digno? Oh rasul, amo a Allah y te amo a ti, así como a nuestro Din, el Islam.
ANECDOTAS DE MADINA
Las personas que guardan la tumba de rasul (salla-l-Lahu ‘alayhi wa sallam) se conducen con una inaudita energía conminando a los fieles el no quedarse sino el tiempo de decir: “A-s-Salamu ‘alaykum ya rasulu-l-Lah”. Esto es comprensible cuando detrás se encuentra una fila ingente de personas. Sin embargo, yo pude experimentar, que aún en el caso en el cual se encontraran una o dos personas, su actitud no cambia en absoluto. Dicen que es para evitar las exageraciones de las gentes, de acuerdo. No obstante, la realidad escondida en esta actitud es la de seguir directrices políticas, las cuales dieron nacimiento a la doctrina wahhabi, la cual corta y recorta la sunnah convirtiéndola en un triste bagaje racionalista, a conveniencia de un poder el cual está muy lejos de ser religioso. Así, de esta manera, haddices los cuales siempre han sido considerados sólidos según su cadena de transmisión, son considerados débiles por ellos, pues no convienen a sus intereses.
Pero, mucho cuidado, oh maravilla!, con los turcos ni se atreven. Así pues, aproveché que un grupo de turcos se encontraban haciendo du’a frente a la tumba de rasul, para unirme a ellos y recitar la surata-l-Waqui’a. El supervisor me oyó y me dijo: “No se recita el Qur’an frente a la tumba de rasul”. Sin embargo, comprendiendo por mi mirada, que yo conocía que él no tenía razón, pasó de largo, evitando así que los turcos le dieran represalia verbal.
En la tumba de sayyidina Uthman había un wahabí dando explicaciones. No viendo signo alguno sobre la tumba, le pregunté de quién se trataba, me respondió: “Es el jalifa Uthman”. No quise preguntar más. Un turco, quien se encontraba al lado opuesto de la tumba, preguntó al wahabí: “Porqué decís que no se puede recitar el Qur’an en las tumbas?” El wahabí respondió: “Dime un solo haddiz en el cual se exprese que se puede recitar el Qur’an en las tumbas”. El turco respondió: “Qala rasulu-l-Lah: -Id a los cementerio para acordaros del ajira- preguntado expresamente si se podía recitar el Qur’an dijo – Sí, y la mejor surat que podeis recitar en esta ocasión es la surat Ya Sin-“. Lleno de contrariedad el wahabí se cayó y no dijo una sola palabra. Qué pena, este cementerio no te permite saber quien está enterrado y donde. Han arrancado cualquier signo capaz de identificar los ocupantes de cada una de las tumbas. Estas gentes son como Yaha, quien preguntado donde tenía la oreja, alzó su mano izquierda por encima de su cabeza para tocarse la oreja del lado opuesto. En fin, el mundo alrevés.
Sin embargo, por conveniencias políticas el wahabismo está empezando a abrirse, pude ser testigo de ello hablando sobre tasawwf con uno de ellos en Madinah. Y esto hace algunos años, era imposible. No me extrañaría que en pocos años, valiéndose de no importa que truco de magia, aquello que prohíben hoy sea permitido a la sazón. Pero Allah sabe más.

MAKKAH
El ‘adab del mu’min exige viajar antes a Madinah, para así, habiendo obtenido el permiso de Rasul (salla-l-Lahu ‘alayhy wa sallam) poder dirigirse a Makkah. Este viaje no es solamente un acontecimiento externo, sino un viaje a través del Batin (interior) del ser humano para llegar hasta su fuente (el Ruh en el Corazón). Dice Allah en un haddiz qudsi: “Ni los cielos ni la Tierra son capaces de contenerme, pero el corazón del mu’min puede contenerme”.
Kilómetro a kilómetro, con sólo el ‘Ihram como vestido y el Iman como equipaje, íbamos aproximándonos a Makkah. Contemplar el desierto montañoso que se ofrecía a nuestra vista, sugería la idea de la desnudez del nafs necesaria para realizar dicho viaje. Mi boca pronunciaba: “LabbayKa Allahumma labbayK…”, mientras mi corazón por su parte decía. Oh Allah, Tú estás en todas partes, sin embargo, has designado al Kaaba como Tu Casa. Así pues, humildemente me dirijo a Tu Casa con la sola esperanza de ser acogido por Ti. Haz que mi corazón sea puro para que así también él pueda ser Tu morada. Haz de tal manera de que a imagen de Muhammad yo también pudiera ser una misericordia para los míos. Yo soy tuyo, y puedes hacer de mí lo que quieras, yo no soy nada y Tú eres Todo. Haz que mi corazón rebose de amor por Ti. Haz de ese amor la Luz de mi vida.
Llegamos, al Hamdu li-l-Lah. Corta estancia al hotel. Camino a la Kaaba. Por un lado esperaba que se produjera a raíz de este encuentro un momento impactante, sublime, inolvidable; sin embargo conocía que las cosas de Allah no son así. Quedé impresionado por la personalidad de la Kaaba. Esa pequeña Casa cúbica era capaz de explicar por ella misma el contener una Presencia inabordable y a la vez magnífica, de una magnitud tan grande que uno mismo se veía nada, no sólo ante ella, sino ante cualquiera de los hermanos o hermanas que allí se encontraban. Puede captar mi propia esencia en ese momento, y esta era: “Yo no soy nadie, nada de valor. Cualquiera de los que está aquí presente es mejor que yo”. Había realizado una gran verdad, el verme como yo soy, nada absolutamente. Así pues, si puedo definir la impresión que tuvo y tiene la Kaaba para mí, en pocas palabras, es que he caído enamorado. Enamorado de la Presencia que allí habita, enamorado de Allah. Pienso que es la primera vez que he llegado a sentir por Allah un verdadero amor, pues hasta entonces me había limitado solamente a pedirle favores. Había amado el Din como proviniendo de Él, sin embargo, dicho amor contenía fuertes dosis de obligación-necesidad y un poco de temor-esperanza. Ahora la situación es diferente: “Sé que Le pertenezco, sé que quiero ser Su esclavo en esta vida y en la otra, sé sin lugar a dudas que Le amo y que nunca quisiera dejar de hacerlo”.
Tawaff, hermoso rito, haciendo círculos de cuerpo y corazón. Manifestando nuestra sumisión ante el TodoPoderoso, el Enorme, el Rey, el más Grande. Oh Allah, quisiera hacer Tawaf toda mi vida ante Ti, es el rito universal, es el desplazamiento del servidor, quien estando en movimiento no se separa nunca de su Señor. Ya Rabbi, haz que mi alma y mi corazón se pongan en tawaf y no dejen jamás de hacerlo hasta el momento en el cual llegue aquella quien el destino nos ha reservado a todos.
Plegaria en el maqam de Ibrahim (‘alayhi wa sallam). Peticiones a Aquel Quien todo lo tiene y a Quien el dar hasta la saciedad a toda la humanidad, no le haría disminuir en nada Sus riquezas. Para el ser humano no hay más grandeza que la sumisión.
Safa-Marwa. Una madre desesperada corriendo para apagar la sed de su pequeño. Su confianza en Allah vió su recompensa. Y qué recompensa, una fuente inagotable, un agua bendita la cual nos ha acompañado siglo tras siglo sin dejar de saciarnos. Safa-Marwa, signo indiscutible de Rahmah.
Corte de cabellos, símbolo de le desdunez de lo superficial necesaria para nuestra ‘ibada, un poco más de sumisión, un último paso de obediencia. Gracias Allah, gracias por la ‘Umra que me has permitido terminar. Oh Allah, Tu mereces mucho más. Haz que mi corazón esté siempre en estado de Ihram delante de Ti, oh Soberano de nuestras vidas.
No falté a la cita de la Kaaba, dos veces al día hacía tawaf, uno al mediodía, otro cerca de medianoche. No me importaba el calor, estaba allí, dando vueltas en círculo a aquella casa, enigmática, presente, capaz de hablar por sí sola. Terminado el tawaf y las dos raka’as en el maqam Ibrahim, no encontraba el momento de partir. Imaginaba a Rasul honrando la Casa, podría percibir la voz de Bilal llamando al salat, podía asimismo percibir la presencia de Abu Bakr, Ali, Omar. Es como si estuviera con ellos.
Unas golondrinas pasaban cerca de la Ka’aba sin osar volar por encima de élla. Lo mismo ocurría de las palomas, de las cuales no podía percibirse excremento alguno en un radio de 500 metros de la Casa. El ‘adab de los animales en ciertas circunstancias supera al de algunos de los humanos.
Siete días de felicidad, una dicha como no se puede sentir en parte alguna. Un olvido total de las preocupaciones de la vida, un estado de adoración sereno e intenso.
Siguiendo las recomendaciones del Imam Gazali (radiya-l-Lahu ‘anhu) permanecí apoyado algunos minutos en el muro de la Casa, pidiendo por todo aquello por lo que pido todos los días. Además, me acordé de mis hermanos musulmanes de al-Andalus, pedí la unidad de todos nosotros en un solo camino hacia la Verdad, pedí el poder participar activamente en este noble ideal. Pobre tierra mía, salpicada de disensiones entre la Ummah, tomada al asalto por gentes que no quieren saber nada de Allah, llena de indecentes imágenes todos los veranos en sus hermosas playas. Es difícil de comprender una situación así, más difícil aún de aceptarla. Oh Allah, salva a al-Andalus de la separación entre los musulmanes, así como de la corrupción que traen a ella otras gentes. Guía a todos en el camino de la Verdad, perdónanos nuestras faltas y acepta nuestra súplica. Ya Rabbi, déjanos sembrar una semilla, bendícela, dala vida y hazla crecer de tal forma que podamos sentir la maravilla de Tu Poder y alabarte por siempre. Tu Quien dijiste a través de Tu enviado que la religión terminaría en el occidente, bendice esta tierra la cual te ofrecemos como representantes de aquellos quienes, hombres de luz, la poblaron y la llenaron de amor y sumisión a Ti. Abu Madiam de Cantillana, Ibn Abbad de Ronda, Ibn Arabi de Murcia, Abu-l-Abbas al Mursi y tantos otros. Haz con nuestra pequeñez y sumisión a Ti, que esta tierra sea grande como lo fue en su día.
Triste retorno a casa. Durante el viaje de vuelta me hacía una pregunta. Qué me había traído de este hermoso viaje? Mirando en mi corazón, no dudé en darme a mí mismo la respuesta: “Lo que he traído de esta tierra es el estar enamorado de Allah”. Lo creáis o no, aún estoy junto a la Ka’aba, subhana-l-Lah, no he vuelto en realidad.
Llegamos a Bruselas a las 11 de la mañana del jueves 15 de Abril. Unos minutos después los aeropuertos se cerraron por aquella nube procedente del volcán de Islandia. Como he dicho antes, llevábamos un ‘waly con nosotros, el chayj Salah Badr.
Alabanza a Allah Señor de los mundos.