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miércoles, 5 de diciembre de 2012

El Hadiz del Arrepentimiento

21 - Se transmitió de Abdu-l-Lâh Ibn Ka’b Ibn Mâlik, quien era el guía de su padre cuando éste se volvió ciego, que dijo: “Oí a Ka’b Ibn Mâlik - Allâh esté complacido con é l- en su relato de cuando se quedó atrás y no acompañó al Mensajero de Allâh – sobre él la plegaria y la paz - en la campaña de Tabûk. Dijo Ka’b: “No dejé de acompañar al Mensajero de Allah– sobre él la plegaria y la paz - en ninguna de las campañas que hizo, excepto en la de Tabûk. No obstante, no participé la campaña de Badr, por la que no se recriminó a nadie que no la hiciera, ya que el Mensajero de Allâh– sobre él la plegaria y la paz - y los musulmanes salieron al encuentro de la caravana de los Quraišitas, y Allâh quiso que se enfrentaran al enemigo sin haberlo previsto. Sin embargo, estuve presente con el Mensajero de Allâh– sobre él la plegaria y la paz - en la noche de Aqaba, cuando adoptamos el Islam. Y esta noche me es más preciosa que el día de Badr, aunque para la gente sea este último más recordado. Juro por Allâh que en ese día no disponía de dos monturas, como las tenía cuando falté a esa expedición. El Enviado de Allâh – sobre él la plegaria y la paz – no salía a una expedición sin que disimulara el dirigirse a otro lado, hasta el día en el cual esta última tuvo lugar (la de Tabûk). El Enviado de Allâh – sobre él la plegaria y la paz –, realizó esta expedición, afrontando un largo viaje a través de los desiertos, acompañado de un gran número de combatientes. Hizo conocer a los musulmanes su intención, a fin de que ellos hicieran los preparativos necesarios a fin de estar listos para la partida. El les informó de lo que deseaba hacer. Los musulmanes eran numerosos hasta el punto de que ningún registro podía completar la lista”. Después Ka’b añadió: “Aquel quien deseaba abstenerse, casi llegaba a pensar que no se apercibirían de su ausencia, a menos de que Allâh no lo diera a conocer mediante una Revelación.




El Mensajero de Allâh– sobre él la plegaria y la paz – realizó esta campaña en el momento en que los frutos estaban en su punto y cuando la vegetación era más frondosa. Y esto me atraía en gran manera.

El Enviado de Allâh – sobre él la plegaria y la paz – y los musulmanes hicieron sus preparativos. Por mi parte, me dispuse para imitarlos, pero lo fui dejando para más tarde diciéndome a mí mismo: “¡Puedo hacerlo en cualquier momento!”

Continué con este planteamiento mientras los musulmanes se activaban febrilmente y se encontraban preparados, junto con el Enviado de Allâh, para la marcha

Así que partieron con rapidez y ya se habían adelantado hacia la campaña, cuando pensé montar y darles alcance. ¡Ojalá lo hubiera hecho!

Después no me fue posible. Pues, pensé que si salía al encuentro de la gente, después de la salida del Enviado de Allâh – sobre él la plegaria y la paz – me entristecería el hecho de que no viera a otro en mi misma situación más que por hipocresía o incapacidad.

El Enviado de Allâh – sobre él la plegaria y la paz – no se acordó de mí que cuando llegó a Tabûk, donde estando con la gente, preguntó:” ¿Qué ha sido de Ka’b Ibn Mâlik?”

Le contestó un hombre de Banu Sâlama, diciéndole:”¡Oh Mensajero de Allâh, le ha retenido su vanidad y engreimiento!”Inmediatamente, replicó Mu’ad Ibn Ŷâbal - Allâh esté complacido con él-:”¡Mala cosa, lo que has dicho! ¡Por Allâh, oh Mensajero de Allâh, que no conocemos de él nada que no sea bueno!”

Al oír esto, el Enviado de Allâh – sobre él la plegaria y la paz – guardó silencio.

En ese momento apareció la mancha blanca de un caminante en la lejanía y dijo el Profeta – sobre él la plegaria y la paz –:

“¡Abu Jaytama Al-Ansarî!” Y efectivamente era él, del cual se mofaron los hipócritas por dar como sâdaqa una medida de dátiles solamente.

Continuó Kâb:

Cuando me llegaron noticias de que el Mensajero de Allâh– sobre él la plegaria y la paz – estaba volviendo de la expedición de Tabûk, experimenté una gran pena, así que intenté inventarme una excusa mientras me decía para mis adentros: “¿Cómo podría yo escapar a su maldición?, así que pedí ayuda a las gentes de buen consejo dentro de mi familia. Y cuando se me anunció el inminente regreso del Enviado de Allâh– sobre él la plegaria y la paz –, renuncié a toda idea y me apercibí de que nada podría sustraerme a su cólera. Me decidí entonces a contarle la verdad. Al día siguiente el Enviado de Allâh– sobre él la plegaria y la paz – llegó. Tenía por costumbre rezar dos rak’a en la mezquita y sentarse en medio de las gentes. En cuanto terminó la plegaria, aquellos quienes no habían participado en la expedición, vinieron a darle una excusa jurando que hablaban de buena fe. Eran un número de ochenta y algún hombres. El aceptó sus excusas, así como su juramento de alianza, y pidió a Allâh el perdón por ellos, remitiendo a Allâh sus íntimas intenciones. Llegué y le saludé, y él me dijo, sonriéndome con la sonrisa de un hombre irritado: “¡Acércate!”. Me aproximé pues hasta que me encontré delante de él. “¿Qué es lo que te ha retenido? ¿No habías comprado una montura?” “Ciertamente – respondí – oh, Enviado de Allâh; si yo me encontrara delante de otro hombre que tú en este bajo mundo, no podría sustraerme a su cólera sin dar una excusa, y le daría algunos argumentos. Pero ¡por Allâh!, sé muy bien que si llego a contarte una mentira para obtener tu aprobación, mañana, Allâh se encolerizará conmigo. Y si te digo la verdad, incurriré en tu cólera, y es posible que Allâh – a El el Poder y la Gloria – me perdone lo que he hecho. ¡Por Allâh! No tengo excusa alguna y nunca me he encontrado tan holgado como en este momento en el cual me he rezagado sin participar en la expedición.



“Este – dijo el Enviado de Allâh – sobre él la plegaria y la paz – ha dicho la verdad”. Después, dirigiéndome la palabra, dijo: “Ve y Allâh decidirá a tu sujeto lo que El quiera”.

Después me siguieron unos hombres de Banu Sâlama y me dijeron:

‘¡Por Allâh, que no te habíamos visto falta alguna anterior a esta. Y has sido incapaz de buscar una excusa ante el Mensajero de Allâh – sobre él la plegaria y la paz – como lo han hecho los demás. Si lo hubieras hecho, te hubiera bastado con la petición de perdón que el Mensajero de Allâh – sobre él la plegaria y la paz –, realizó a Allâh para que tu pecado hubiera sido perdonado. ¡Por Allâh! que no cesaron de dirigirme reproches, hasta tal punto que pensé volver al Mensajero de Allâh– sobre él la plegaria y la paz – y desmentirme lo que le dije.

Después les pregunté: “¿Hay alguien más en la misma situación?”

Dijeron: “Sí, hay dos hombres más que dijeron lo mismo que y que han obtenido la misma respuesta”. “¿Quiénes son?” – pregunté. Dijeron: “Murâra Ibn Rabî’a Al Amrî y Hilâl Ibn Umayya Al Wâqifî.” Estas dos personas eran hombres de bien quienes habían asistido a la batalla de Badr. Volví a mi casa después de que el Mensajero de Allâh– sobre él la plegaria y la paz – prohibió a los fieles que no nos hablaran a ninguno de nosotros tres. Los hombres nos evitaron (o según otra variante): cambiaron de actitud a nuestro respecto. La misma tierra cambió, hasta el punto en el cual me pregunté si la tierra donde estaba era la misma que yo conocía. Esto duró cincuenta días. Mis otros compañeros se encerraron en casa y pasaron su tiempo llorando. En lo que a mí respecta, yo estaba más fuerte y enérgico, y salía para hacer la plegaria en común y me paseaba por los lugares públicos, pero nadie me dirigía la palabra. Iba con frecuencia a encontrar al Enviado de Allâh– sobre él la plegaria y la paz – para saludarle cuando él se encontraba en audiencia entre los fieles después de las plegarias, y me preguntaba si él movía los labios para devolverme el saludo. Rezaba cerca de él, mirándole de soslayo. Cuando yo rezaba, él me miraba, pero cuando mis ojos se encontraban con los suyos, él retiraba la mirada. Con el tiempo, como la lejanía de los fieles continuaba, fui a visitar a mi primo, el hijo de mi tío, quien me era muy querido. Escalé el muro de su casa y me encontré frente a él. “Katada – le dije -, te conjuro en el nombre de Allâh, ¿no conoces tu que yo amo a Allâh y a Su Enviado?” El se calló. Le hice la misma pregunta. “Allâh y Su Enviado – me respondió – saben más que yo”. Mis ojos, entonces, se fundieron en lágrimas y partí escalando de nuevo el muro. En el momento en el cual pasaba por el mercado de Madina, un nabateo de la tierra de Šam (Siria), habiendo venido para vender víveres en Madina, se puso a preguntar a las gentes: “¿Quién me puede llevar hasta Ka’b Ibn Mâlik?” Los hombres me señalaron, él se dirigió hacia mí y me remitió una carta del rey de Gassan. La leí. Ella contenía las palabras siguientes: “He escuchado que tu compañero (el Profeta) se ha desentendido de ti, ahora bien Allâh no te ha destinado a una vida de humillación, ni te dejará sin derechos. Únete a nosotros y te consolaremos.” Después de la lectura de la carta, la arrojé a un horno de pan para que se quemara.

Habían transcurrido cuarenta sobre los cincuenta días, y la revelación tardaba, cuando vino a mi encuentro un emisario del Enviado de Allâh – sobre él la plegaria y la paz -, diciendo: “El Enviado de Allâh – sobre él la plegaria y la paz – te ordena separarte de tu esposa”. “¿Debo repudiarla? Pregunté, “¿qué es lo que debo hacer?”. “No”, respondió, “pero debes evitarla y no aproximarte a ella”. Mis dos otros compañeros recibieron la misma orden. Entonces, dije a mi esposa que se dirigiera a casa de sus padres y permaneciera allí hasta que Allâh decidiera sobre este asunto. La esposa de Hilal Ibn ‘Umaya fue a ver al Enviado de Allâh – sobre él la plegaria y la paz – y le dijo: “Enviado de Allâh, Hilal Ibn ‘Umaya es un pobre viejo y no tiene esclavo alguno. ¿Te disgustaría que me quedara a su servicio?”. “No”, respondió él, “pero que no se aproxime a ti”. “Por Allâh – replicó ella – que no tiene espíritu para hacer nada, no ha cesado de llorar después de que este asunto ha comenzado”.



Un miembro de mi familia me dijo: “¿Por qué no pides al Enviado de Allâh – sobre él la plegaria y la paz – que te permita guardar tu esposa para servirte tal y como lo ha autorizado a la esposa de Hilal Ibn ‘Umaya?”. “¿De manera alguna voy a pedir una cosa tal al Enviado de Allâh – sobre él la plegaria y la paz – pues no sabría lo que él me contestaría en el caso en el cual le hiciera la proposición de guardarla, siendo como soy un hombre joven y fuerte?”. Transcurrieron los últimos días de los cincuenta desde que los hombres recibieron la orden de retirarnos la palabra.

Hice la plegaria del alba (Subḥ) del cincuentavo día, sobre el techo de una de nuestras casas. Mientras me encontraba sentado en el estado en el cual Allâh ha mencionado en su Libro (…llegó un momento en el cual la tierra se les hizo estrecha y sus propias almas les agobiaban) [Surat 9-119], cuando escuché como alguien subía sobre la montaña de Salh para gritar con todas sus fuerzas: “¡Ka’b Ibn Mâlik, regocíjate!”. Me prosterné en ese momento sabiendo que la hora de la liberación había llegado. En el momento de la plegaria del alba, el Enviado de Allâh – sobre él la plegaria y la paz – había informado a los fieles que Allâh – a El el Poder y la Gloria – nos había perdonado. Los hombres salieron para anunciarnos la buena nueva, y fueron primeramente a anunciársela a mis dos compañeros, mientras que un jinete se llegó hasta mí, pero alguien de los Banu Salam, a la carrera, ganó lo alto del monte y de una voz más rápida que el galope del caballo, me anunció la noticia, y cuando se encontró cerca de mí, le regalé las dos prendas que llevaba puestas a guisa de agradecimiento. ¡Por Allâh, que no poseía otras! Pedí prestadas dos prendas para presentarme ante el Enviado de Allâh – sobre él la plegaria y la paz -, mientras por el camino los hombres me acogían en grupos para felicitarme de mi arrepentimiento, diciéndome: “Que el perdón de Allâh sea para ti una fuente de dicha”.

Entré en la mezquita y encontré al Enviado de Allâh – sobre él la plegaria y la paz – rodeado por los fieles. Talha Ibn ‘Ubaydu-l-Lâh – que Allâh esté satisfecho de él – se precipitó a venir a mi encuentro, estrecharme las manos y felicitarme. Por Allâh, nadie entre los Emigrantes hizo un gesto parecido, y yo nunca olvidaré este gesto de Talha.



Tan pronto como le saludé, el Enviado de Allâh – sobre él la plegaria y la paz -, con el rostro brillando de alegría, me dijo: “Regocíjate por este día, el mejor que has vivido desde que tu madre te trajo al mundo”. ¿Este perdón – pregunté – procede de ti, Enviado de Allâh, o de Allâh – A Él la Gloria y el Poder?”. “Procede de Allâh” – respondió él -; y nosotros conocíamos bien que cuando se encontraba contento, su rostros se iluminaba como si formara parte de la luna.

Cuando estaba sentado delante de él, le dije: “Enviado de Allâh, mi arrepentimiento me inspira el dar en limosna todo cuanto poseo por la causa de Allâh y Su Enviado”. “Guarda una parte de tus bienes – respondió – ello será mejor para ti”. “Guardaré entonces mi parte del botín de Jaibar”. Seguidamente añadí: “Es mi sinceridad la que me ha salvado y de ahora en adelante, mi arrepentimiento me compromete a no decir sino la verdad en tanto me encuentre en vida.”



Desde el día en el cual pronuncié estas palabras delante del Enviado de Allâh – sobre él la plegaria y la paz -, no conozco a musulmán alguno a quien le haya sido concedida la gracia de ser más sincero que yo. Después de este momento igualmente hasta ahora, no he tenido jamás la intención de decir mentira alguna, y espero que Allâh me preservara de toda mentira para los días que me queden de vida.



Allâh ha revelado los siguientes versículos sobre este asunto: “Allâh se ha vuelto a favor del Profeta, de los que emigraron y de quienes le auxiliaron, aquellos quienes les siguieron en las horas difíciles…. Es cierto que fue Clemente y Compasivo. Y también lo hizo con los tres que se habían quedado atrás hasta que llegó un momento en el cual la tierra se les hizo estrecha y sus propias almas les agobiaban… hasta: Temed a Allâh y permaneced con los veraces [Surat 9 – 118 a 120).



Ka’b añadió: “Después que hube abrazado el Islam, Allâh no me ha acordado un favor más grande que mi sinceridad, de la cual hice prueba al sujeto del Enviado de Allâh – sobre él la plegaria y la paz -, al no haberle mentido, lo que hubiera causado mi pérdida, como era el caso de aquellos quienes había mentido, pues Allâh Altísimo ha revelado en referencia a ellos los siguientes versículos: “Os jurarán por Allâh cuando hayáis regresado para que los dejéis. ¡Apartaos de ellos! Son suciedad y su refugio será Ŷahannam en pago por lo que adquirieron. Os harán juramentos para satisfaceros, pero si ellos logran satisfaceros. Allâh no está con el pueblo perverso” [Surat 9 – 96,97].



Prosiguió Ka’b: “Nosotros tres habíamos recibido un tratamiento diferente de aquellos de quienes el Enviado de Allâh – sobre él la plegaria y la paz – había aceptado las excusas que le habían presentado, cuando ellos juraron delante de él: había recibido su juramento de alianza y pedido a Allâh perdón por ellos. El Enviado de Allâh – sobre él la plegaria y la paz – había dejado nuestro asunto suspendido hasta que Allâh le hiciera conocer su propia decisión a nuestro respecto. Allâh Altísimo ha dicho (Y también se ha vuelto sobre los tres que se quedaron atrás), explicándose de esa manera, él no ha querido mencionar nuestro caso de que nos habíamos quedado atrás en la expedición, sino que él ha dejado su juicio a nuestro respecto, y que él lo aclararía más tarde, contrariamente a aquello lo que ocurrió con los otros quienes jurando, presentaron sus excusas aceptadas por el Enviado de Allâh”.



(Bujari y Muslim)

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