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jueves, 1 de noviembre de 2012

Abderrahman Bedran - sus amigos y enemigos - VI - El nuevo chayj

Bismi-l-Lâhi-r-Rahmâni-r-Rahîm


Wa-s-salatu wa-s-salamu ‘ala Rasuli-l-Lâh

Terminamos aquí las entradas dedicadas a Sidi Abderrahman Bedran con una breve reseña de los acontecimientos determinantes los cuales nos llevaron al encuentro de nuestro actual chayj (sidi Salah Badr):

Después del fallecimiento de sidi Abderrahman Bedran, hube de pasar un tiempo hasta encontrar y ponerme a disposición de mí actual chayj.

Cuando escuché la noticia de la muerte de Abderrahman no lo podía creer. Por el simple hecho en el cual, sabía muy bien en mi fuero interno de mi sinceridad, así como de mi completa confianza en alcanzar todo aquello cuanto los verdaderos aspirantes de la Vía buscan en ella. Fue un mazazo, pues me encontré sin chayj justo de un día para otro. Mi oportunidad de acercarme al conocimiento se había esfumado como el viento. Y además, en el preciso momento en el cual me hallaba preparando el viaje a Tlemcem, esperando el restablecimiento del chayj.

Pronto me vi envuelto en una espiral de desidia. Acudir los sábados a esas tediosas reuniones donde se vituperaba a, y jugaba con la gente fue por tres razones fundamentales:

1/ Mi debilidad.

2 / La esperanza de que algún compañero se diera cuenta del estado deplorable del grupo y pudiéramos hacer frente común.

3 / El escrúpulo de que el hecho de no acudir a esas reuniones fuera cortar con sidi Abderrahman para siempre.

Parecía ser, mejor no parecía, sino que era así, que esas personas se habían quedado bloqueadas en una espiral de hablar y actuar según lo que consideraran o les interesara considerar que el fallecido Abderrahman hubiera dicho u hecho en una u otra circunstancia.

Sabía que así no se podía seguir, pues si no se seguía a un nuevo maestro no se podría continuar en la vía espiritual. Traté de sondear cual era la opinión de unos y otros al respecto y pude darme cuenta de que contaba con dos opciones:

1 / Encontraba uno o dos compañeros y les convencía para ir a buscar a un nuevo chayj, con el consiguiente riesgo de que el sistema de espionaje del grupo se enterara de mis planes, y al encontrar yo al chayj se volviera a la misma situación de manipulación de siempre.

2 / No decía nada a nadie y me iba yo solo a buscar y encontrar el chayj.

Muy pronto hube de darme cuenta, después de algunos sondeos, en Madrid, Alicante y Murcia, que la segunda opción era la sola y única factible.

Pero antes de eso y desde la muerte de sidi Abderrahman, pasaron, ni más ni menos que ocho largos años.

Debo precisar que a los pocos meses del fallecimiento del chayj hice una Istijara de 14 noches para ver si Allâh me mostraba quien iba a ser o era el chayj a seguir. En esa Istijara hube de soñar como yo solo escalaba el monte Everest. Sabía que ello significaba el futuro éxito en la tariqa, pero no era precisamente el tipo de respuesta la cual estaba buscando, aunque debo confesar que me tranquilizó, e incluso me hizo llegar a pensar que un día u otro, el final de mi andadura por la tariqa iba a desembocar en la obtención de la ma’rifa o conocimiento de Allâh.

¡Pobre iluso!: pensaba que ello era más fácil de lo que realmente es. Después por experiencia he constatado, que, aunque posible, la obtención de la ma'rifa no es un juego de niños, solamente contaba con 30 años.

La gente de ese grupo no se relacionaba con el resto de musulmanes. Se consideraban por encima de ellos. Al más puro estilo guénoniano-perennialista se consideraban parte de una élite intelectual, la cual, solamente con el simple hecho de tratar con los musulmanes de “a pie” y por lo tanto vulgares “exotéricos-feroces”, podría contaminarse y llegar a desvelar ese “secreto esotérico” tan celosamente guardado, en el cual, con perdón, no había ni tan siquiera nada, ni de interesante ni de útil; solamente “sabiduría imitativa y manipulativa” de parte de “Yahya el Gallego”.

Así pues, si bien continuaba yendo los sábados a las reuniones llamadas ŷama’as, comencé a dar rienda suelta a mi natural inclinación a reunirme con mis hermanos musulmanes. Pocos meses faltaron para darme cuenta de que entre mis nuevos conocimientos se encontraban mejores elementos que el aquel grupo “ultra-secreto” y elitista. Con toda naturalidad, comencé a faltar a aquellas reuniones sabatinas cada vez con más asiduidad. Aunque he de confesar que debido al escrúpulo de perder todo contacto con la tariqa, seguía presentándome en contadas ocasiones.

Poco a poco, desde la muerte de Abderrhaman, me pude dar cuenta como mi fuerza disminuía. Nuevas tentaciones, hasta ahora dormidas, se presentaban delante de mí. Mientras mi vida se volvía cada vez más holgada en algunos aspectos, la debilidad ganaba terreno. Era el momento: ¡o ahora o nunca!

Me propuse pues ir a Marruecos a buscar un chayj. Era la segunda quincena del mes de Diciembre de 1992. Planeé el viaje. Pero ¡qué mala suerte! que el tiempo se empeoró extraordinariamente, hasta el punto en el cual los barcos de Algeciras llevaban una semana sin salir de puerto para dirigirse a Ceuta. Aún así salí de Madrid, diciéndome: “Aquel Quien me ha inspirado ir a Marruecos para buscar un chayj hará que se mejore el tiempo y los barcos salgan cuando yo llegue”. Y así sucedió. Llegue a las cuatro de la tarde a Algeciras y el primer barco salió 4 horas después (no había salido ninguno hasta entonces en ocho días).

Por diversas circunstancias, ese año no pudo ser. Estuve en la casa de la esposa del fallecido sidi Abdussalam Ta’lidi (chayj de Abderrahaman Bedran), quien, sabiendo como su esposo había dejado su sucesor en Tetuán, no tuvo aún confianza para decírmelo. Pero un año más tarde, sí.

El primer encuentro fue en Diciembre de 1993. Desde el primer instante supe que me encontraba frente a frente con un wali. Comenzamos a hablar, haciendo su hija y mi actual esposa como intérprete. Sus respuestas confirmaron mi primera impresión: Me encontraba frente a un chayj verdadero; ¡por fin, había encontrado al chayj!

Cuando le informé como se movía ese grupo, me dijo: “No te conviene seguir con ellos, no tenéis nada en común, esa gente no cuenta como fuqara. Los cuervos vuelan muy alto y llaman la atención con sus estridentes graznidos; pero las palomas vuelan bajo y su arrullo es armonioso”.

Dejé de frecuentar el grupo de una vez por todas, aunque guardé un cierto trato con algunos de aquellos quienes equivocadamente consideraba como probablemente capaces algún día de seguir un chayj. El trato que conservaba con ellos (nunca se lo dije) era por misericordia a su respecto, pues me daba pena su situación. El pago de este desvelo vino en la forma de siempre: en cuanto se enteraron como frecuentaba a sidi Salah, montaron un viaje para venir a encontrarle a mis espaldas, a pesar que frecuentemente eran invitados en mi mesa. ¿Sí estos eran los menos malos, qué se podía esperar de los otros? Al llegar, la primera palabra de sidi Salah fue: ¿Habéis dicho a Abdul Karim que íbais a venir? Se fueron con las manos vacías, pues quisieron entrar en la casa por la ventana y ya nunca más volvieron. Estaban tan acostumbrados a la lucha de egos y a los manejos, que no concebían realizar algo sin ellos.

Después de relatar este acontecimiento ocurrido en los albores de 1997, debo precisar que entre el primer encuentro y el segundo (en 1995), pasaron dos años; tal era mi debilidad en aquellos tiempos. A partir de ahí todos los tres meses me presentaba en Tetuán en la casa del chayj, hasta finales de 1997, momento en el cual, habiendo contraído matrimonio con su hija, me establecí cerca de él durante dos años.

Mi elección se vio confirmada, en aquellos entonces, con la visión en sueños del Profeta – sobre él la plegaria y la paz -, quien predicaba por la montaña, siendo en la montaña que habitaba y habita mi chayj. Así mismo mi chayj hubo de tener una visión, la cual le confirmaba mi disponibilidad para seguir la tariqa.

Sidi Salah Badr (mi maestro en la tariqa) me ha expresado su deseo de que escriba en un libro todas las enseñanzas las cuales he recibido y recibo de él. No obstante, mis ocupaciones nunca me han dejado tiempo para emprender dicha labor.

Ahora, cuando en breves semanas voy a disponer de ese tiempo, me he dado cuenta de la dificultad de la obra. El hecho es que sus enseñanzas las he interiorizado hasta hacerlas parte de mi persona y comportamiento. No puedo recordar las palabras exactas que me dirigió en muchas ocasiones, y aún así actúo según ellas de una forma natural, sin deber reflexionar siquiera. Así pues, deberé hacer un esfuerzo complementario para recordar y plasmar por escrito dichas enseñanzas; y ello sin deber relatar acontecimientos de mi vida que a nadie interesan y cuyo conocimiento a nadie beneficia. Todo cuanto he debido decir de mí, dicho está; con la intención de ilustrar como puede ser y como se puede llegar a encontrar un verdadero chayj, en cuanto a disposición y sinceridad se refiere.

Espero que podáis sacar conclusiones de estas entradas y confío asimismo en haberos sido útil.

Salam.


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