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jueves, 23 de febrero de 2012

Al falso chayj quien no conoce las etapas del sufismo

Bismi-l-Lahi-r-Rahmani-r-Rahim

Allahumma salli ‘ala sayyidina Muhammadin ‘abdika wa rasulika nabiyyi-l-‘umiyyi wa ‘ala ‘alihi wa sahbihi wa sallim taslima.

Hace poco escribíamos poniendo en guardia contra los falsos maestros. Hoy salimos al paso de unas palabras escritas por uno de ellos, las cuales hemos encontrado hoy en una web la cual se suele hacer eco de los errores en materia de religión, mucho más a menudo que lo que hubiéramos deseado. Después de decir que este señor ha usurpado el apellido a la familia del sufi marroquí Ibn Ayiba y de que en el pasado fue procesado por corrupción de menores bajo el seudónimo de "el madre", vamos a concentrarnos sobre las falsedades contadas por él y evaluarlas en su justo valor. Así cada uno, libre de ataduras, podrá sacar sus propias conclusiones.

Más que nunca en una época como esta, el sufismo se ha convertido en un nombre sin realidad. Los verdaderos maestros viven en el incógnito a fin de no salir al zoco y encontrarse con los falsos.

Por otro lado, este problema no solamente afecta a los maestros, sino que se ha extendido a los aspirantes. Pocos son los aquellos quienes tienen un verdadera aspiración espiritual. En la mayoría de las ocasiones dicha aspiración se encuentra ahogada por los deseos desordenados del nafs.

Leyendo, hemos encontrado un primer craso error y no hemos podido sino esbozar una sonrisa, cuando pensábamos en nuestro interior: “Este señor está comenzando a construir su casa de cartón cimentada en arena mojada. Aquí está el signo de que no es un chayj y lo ha copiado de algún libro”.

El párrafo, hablando de las características pertinentes a la primera etapa en la tariqa decía textualmente:

En esta etapa, es imprescindible dedicar un parte del tiempo a la eliminación activa de los defectos dominantes del ego, ejerciendo las actividades contrarias.

Aparentemente son palabras inocentes, pero para aquel quien conozca a fondo la tariqa son una revelación de la incomprensión de aquel quien las escribe.

Nadie, en una tariqa que se precie, se dedica a realizar ejercicios de llevar la contraria al nafs, y mucho menos “dedicando una parte del tiempo”. Esto dicho, seguro que merece una explicación.

Si haces esto tu nafs irá armada al encuentro y como es más fuerte que tú te ganará la partida. No existe un ejercicio como tal de hacer lo contrario de aquello lo cual pide el nafs.

Antes bien, ello se produce de otra manera: Cuando uno se encuentra vinculado a un verdadero chayj, debe realizar el wird y el dikre encomendado por éste. La fuerza de dichos dikr y wird provocan que el nafs muestra su fortaleza y realice sus protestas contra esta acción que la debilita en gran medida. Estas manifestaciones del nafs se originan de una manera insospechada a cualquier hora del día y de la noche. Es pues en estos momentos en los cuales es necesario contrarrestarla, no con el contrario a lo que ella pide, sino con aquello lo cual uno debe realizar.

 Los deseos del alma, en muchas ocasiones, mezclan la mentira con la verdad, aunque bien es cierto que en otras ocasiones uno debe ser categórico con ella. No existe pues un ejercicio específico de llevar la contraria al nafs, sino que cuando uno entra en la tariqa la declara la guerra y esta terminará con la victoria del uno o de la otra.

Esto de llevar la contraria al nafs, ha sido y es utilizado por los falsos chuyuj como un medio de dominación personal de su ego sobre el del “discípulo”. Actuando de esta manera, el falso chayj se muestra el único capaz de contrariar el nafs de su discípulo, y de esta manera, sabiendo sus secretos, tiene los suficientes elementos para dominarle de cabo a rabo.

 Mientras, el verdadero maestro, se debe limitar a contemplar y explicar como el discípulo puede combatir su nafs. El soldado contra su nafs irá adquiriendo destreza en esta lucha hasta que después de las victorias obtenidas pueda obtener el grado de capitán, y un día llegará a ser un consumado estratega quien podrá enseñar a otros las artes de esta guerra. En resumidas palabras, el chayj aconseja, y el murid por medio de la lucha adquiere destreza y conocimiento.

Es en este sentido que el Chayj al-Alawi en uno de sus hikam decía:

El conocimiento del conocedor de sí mismo es más completo que el de aquel quien conoce a Allah.

Y ello en consonancia con el hadiz:

Quien conoce su alma conoce a su Señor.

He aquí otro concepto erróneo:

Hacia el final de esta etapa, hay un proceso de ruptura con los viejos hábitos, es el inicio del cambio

Hemos de decir que la ruptura de hábitos no es un proceso que se realice en un momento determinado, sino un proceso el cual se produce durante todo el camino en la vía espiritual. Dicho proceso se inicia con la Chari’a y no termina hasta la extinción del ego en la Unidad de Allah.

Otro error de libro:

Puede decirse que estas Tariqas (Turuq) se adaptan a las personas que están “situadas” en los diferentes puntos de la circunferencia, según la diversidad de sus naturalezas individuales; en este sentido hay un dicho del Profeta que dice: “Las vías hacia Al-Lah son tan numerosas como los individuos”, pero el fin es uno, no hay más que un solo centro y una sola Verdad.

Las escuelas no son aquí más que Turuq, es decir, métodos diversos, sin que pueda haber en el fondo ninguna diferencia doctrinal pues “la doctrina de la Unidad es única”.

Este punto de vista, no sólo refleja la diversidad de las Tariqas, sino también cristaliza la visión que tienen los maestros sufíes hacia otras religiones. El Corán no cesa de repetir que Al-Lah (s.u) envió a cada pueblo su propio mensajero:

Las tariqats no han nacido para adaptarse a nadie. Se han producido, sin más, de una manera natural.

La transmisión de la ciencia de Rasul – sobre él la plegaria y la paz - , en cuanto al dominio del Ihsan se refiere, se realizó a través de sus sahaba. Como dice este hadiz:

Mis Compañeros son como las estrellas en el firmamento. Por cualquiera de ellos que os dejeis dirigir, no os extraviará.

Es pues este el principio de las tariqats. Algunas, como la tariqa ‘alawiyya descienden de sayyidina Ali, otras de Abu Bakr Siddiq, etc. La existencia de distintas tariqats nace del hecho de que la transmisión inicial no procedía de un solo sahabi.

Es cierto que existen tariqats que se han dividido en estos últimos tiempos, y ello puede haber sido por razones de distancia geográfica o de degeneración de alguna de las ramas. Uno de los ejemplos de degeneración es la tariqa Isawi, pero no seguiremos explicando más detalles pues ello no es el centro de nuestra atención.

He aquí otro pasaje, el cual utilizado por un falso chayj, podría llegar a ser la llave de una puerta continuamente abierta a la manipulación hacia sus discípulos y de la conversión de su grupo en una secta:

La capacidad del murid para aprender se mide por el nivel de su docilidad a las enseñanzas que recibe, cuanto más vacío de trastos, más facilidad tendrá el Guía para darle las herramientas necesarias para producir el cambio.

El autor de este escrito no nos dice que en un estadio determinado de la tariqa haya que ser inteligente y capaz de decidir por si mismo, en función de la sabiduría obtenida. No! Nos dice que hay que ser dóciles. ¿Dóciles a quién? Por supuesto que a si mismo, el del señor quien se quiere aprovechar de su buena voluntad. Así podrá dominar a los demás, conocer sus secretos y proceder a la manipulación propia del comportamiento sectario.

Ni mucho menos nos dice, como diría un maestro de verdad, que hay que aprender a comprender la Voluntad de Allah a fin de ser dócil ante El!.
Pero lo más vergonzoso del asunto es el hacer alusión a un pasaje que algunos interesadamente han atribuido a Ibn Arabi, y que de hecho nunca ha sido escrito por él. He aquí el bochornoso pasaje:
“Hubo un tiempo en que yo rechazaba a mi prójimo si su camino no era como el mío. Ahora, mi corazón se ha convertido en el receptáculo de todas las formas religiosas: es pradera para las gacelas y claustro de monjes cristianos, templo de ídolos y Kaaba de peregrinos, Tablas de la ley y pliegos del Corán, porque profeso la religión del Amor y voy adonde quiera que vaya su cabalgadura, pues el Amor es mi credo y mi fe”
Ya en tiempos de Ibn Ata’i-l-Lah y de al faqih Ibn Taimiyya la falsificación de los libros de Ibn Arabi fue objeto de análisis por ambos en una discusión bien conocida.
Ahora, Ibn Arabi – que Allah esté satisfecho de él – ha sido convertido por algunos interesados en el “gran justificador de cualquier herejía”. Cuán fácil es el hablar de los muertos cuando no pueden responder!
Cualquiera quien tenga dos dedos de frente debe saber que si Ibn Arabi hubiera escrito en su tiempo que su corazón se hubiera convertido en sinagoga, iglesia y sobre todo templo de los ídolos, no hubiera podido pasearse con su cabeza aún bien instalada sobre sus hombros.
Todas estas falacias tendentes a justificar la “validez” de la práctica de otras religiones después de la llegada del Islam, ya la refutamos en otra entrada, de la cual os pongo el link.
Todo lo escrito en esta entrada se encuentra encaminado a atraer la atención de los aspirantes quienes pudieran caer en las manos de estos manipuladores. El hecho de refutar los dichos de esta persona no procede de una argumentación literaria de persona a persona a fin de demostrar quién de nosotros sabe más, sino a fin de que el error y la mentira no se propaguen por la Umma de Muhammad. Hadiz:
Allah lo puede perdonar todo salvo la mentira.
Salam.

Falsas imputaciones a Ibn Arabi

A-s-salamu 'alaykum:

Ya nada más fallecer, así como en tiempos de Ahmad Ibn Ata'i-l-Lah al Iskandari, algunos falsos escritos le fueron imputados a él. Ahora Ibn Arabi se ha convertido en el líder en cuanto a falsos libros imputados. Existen gentes quienes le imputan un párrafo, donde entre otras cosas dice que su corazón ha llegado a convertirse en templo de los ídolos.

Nosotros decimos que aquél quien muestra esas falsas palabras atribuidas a un sufi y musulmán impecable como era Ibn Arabi' es él mismo cuyo corazón se ha convertido en un templo de ídolos, Lat, Tagut, Uzza y otras falsas deidades.

Salam

lunes, 20 de febrero de 2012

Confianza en Allah (Tawakkaltu 'ala-l-Lah)

Bismi-l-Lahi-r-Rahmani-r-Rahim

Hoy vamos a contar una historia sobre dos hombres quienes ponían su confianza en Allah (tawakkalt ‘ala-l-Lah).

Hace algunos siglos en el país del Sham (Siria) había un comerciante quien siempre ponía su confianza en Allah sobre cualquier otra cosa.

Dicho comerciante se encontraba cada dos meses con otro quien venía de Misr trayendo sus mercancías en barco. Normalmente lo que hacían era cambiarse unas mercancías por otras y ajustar la diferencia con la suma de dinero pertinente en cada caso.

Ocurrió una vez que nuestro comerciante intercambió sus mercancías con el misri, como era su costumbre. Pero esta vez el misri no tenía sino la mitad de la suma necesaria para pagarle.

Entonces el misri le dijo: “Si quieres vende a otro la mitad de tus mercancía o si no ponemos alguna cosa como garantía”.

Nuestro mercader dijo al misri: “¿Eres consciente de que Allah es testigo entre nosotros de que dentro de dos meses me devolverás mi suma?”. A esto el misri dijo: “Soy perfectamente consciente”. Entonces nuestro mercader dijo: “Entonces, pongo mi confianza en Allah. Va con la mercancía y dentro de dos meses me pagas la diferencia”.

Pasaron dos meses y unos días antes de la partida del barco del mercader de Misr, se levantó una tormenta que duró algunos días. Habían convenido encontrarse en un día determinado pues el comerciante del Sham debía asimismo hacer un largo viaje hasta llegar al lugar convenido.

El misri, preocupado por no poder ir a su acreedor a devolverle su dinero, no podía dormir hasta dar con la solución. Sabiendo que nuestro comerciante estaría el día convenido a la hora convenida y que había dado su palabra delante de Allah, no podía permanecer tranquilo.

Entonces se le ocurrió una cosa y se dijo para sí mismo: -“Mi amigo puso su confianza en Allah cuando me prestó su mercancía y ahora voy a ponerla yo”. Puso una carta y el resto del dinero en una botella, la selló y la echó a la mar, pidiendo a Allah que la hiciera llegar a su amigo.

En esto, nuestro comerciante de Sham, llegó al lugar de la cita y al no encontrar a su deudor se dijo: “He puesto mi confianza en Allah y El no me defraudará”. Esperó todo el día hasta al Asr, y después de rezar fue a dar un paseo por la playa. Paseando, en la orilla, encontró la botella de su deudor. La recogió, la abrió, leyó el contenido y recibió su deuda.

Podéis imaginaros amigos cuan estrecha se volvió desde entonces la relación entre ambos basada en la Confianza en Allah.

Salam

sábado, 18 de febrero de 2012

Como no se debe hacer una jutba

Bismi-l-Lahi-r-Rahmani-r-Rahim :

Hoy vamos a poneros en ejemplo de cómo no se debe hacer una jutba.

 Tuvimos la mala suerte de presenciarlo ayer en una mezquita pro-wahabi de Bruselas. El jatib, que Allah le perdone y le ilumine algún día, basó su jutba sobre un hadiz. Cuando salimos de la Yumu’a no podíamos dar crédito a nuestros oídos. Así mismo, quedamos realmente asombrados de haber sido testigo de cómo el Jatib, se las había arreglado de una manera burda s para analizar dicho hadiz de la sola y única manera en la cual no debía haber sido hecho.

El hadiz, creo que muchos o conoceréis trata sobre el sahabi Yuraiyy.

Según Abu Hurayra – que Allah esté satisfecho de él - :

Un día, Yuraiyy se encontraba rezando sobre una torreta cuando su madre le llamó. Humayd dijo: -‘Abu Rafi’ nos ha relatado que Abu Hurayra había descrito, según el Profeta – sobre él la plegaria y la paz -, como su madre puso la palma de su mano sobre sus cejas, después levantó la cabeza dirigiéndose a él en estos términos: - “Yuraiyy soy tu madre. Respóndeme”. Yuraiyy, quien se encontraba en plena plegaria, se dijo: - “Señor, ¿respondo a mi madre o continuo mi plegaria? – Al final escogió el continuar su plegaria. La madre se fue y después volvió, teniendo lugar la misma escena por segunda vez. – “Señor, exclamó entonces la madre, haz que no llegue el fin de su vida sin que Tu no le hayas mostrado las prostitutas – “. Y, añadió el Profeta, que si ella hubiera invocado a Allah porque él fuera puesto a prueba, En la habría escuchado. Un pastor, quien se refugiaba en la torreta de Yuraiyy encontró una mujer saliendo de la aldea, tuvo relaciones con ella de las cuales ella tuvo un hijo. Interrogada sobre quién era el padre del niño, respondió de la siguiente manera: -“Es el propietario de esta torreta”-. Las gentes llegaron con sus hachas y sus palas y le llamaron, Yuraiyy estaba siempre absorto en su plegaria y no les respondió. Ellos comenzaron entonces a demoler la torreta. En esto, Yuraiyy descendió y preguntó a las gentes la razón de porqué actuaban de esa manera. Ellos le respondieron: - “Pregúntala a ella (señalando a la mujer). El sonrió, pasando las manos sobre la cabeza del bebé diciéndole: - “¿Quién es tu padre?” -. – “Es el pastor, respondió el bebé”  -. Entonces las gentes dijeron: “Te vamos a construir una torreta hecha de oro en lugar de la que acabamos de destruir” -. – “No, replicó Yuraiyy, en arcilla solamente tal y como ella estaba” - . Y al acto subió para continuar su plegaria.

(Sahih Muslim)

A la vista de lo expuesto en este hadiz podemos sacar varias conclusiones. Pongamos un ejemplo breve con cada una de ellas:

La primera conclusión es que cuando se reza una salat nafila y nuestra madre nos llama debemos responder a nuestra madre, pues esta es una mejor ‘ibada que la misma salat, en ese preciso momento.

Podemos deducir del hadiz el mérito de las plegarias nafila, tal y como hacía Yuraiyy, e incluso de la concentración con la cual se aplicaba a ellas.

Podemos deducir aún de este hadiz el mérito de apartarse del ruido de las gentes a fin de adorar a Allah, por supuesto en los límites del ayat del Qur’an el cual prohíbe la vida monástica.

Pero nunca jamás sacar las conclusiones pueriles que “adornaron” la desafortunada jutba la cual tuvimos la mala suerte de escuchar ayer. Fijaos como se puede deformar la verdad y hasta qué punto:

El jatib de ayer sacó de este hadiz la siguiente conclusión:

Por muy pío (a ellos les gusta mucho ese término de “pío”) que sea uno no es bueno apartarse de las gentes como hacía Yuraiyy. Si él no se hubiera apartado de la gente esa tentación no le habría llegado. Hay que venir aquí a la mezquita, juntarse con la demás gente a fin de no aislarnos y preservarnos de las malas lenguas de las gentes malintencionadas.

Al jatib no le sirvió el hecho de que Yuraiyy hubiera admitido que se le hubiera vuelto a construir su torreta para seguir con su ‘ibada. Tampoco le sirvió el que Rasul no objetara nada contra la actitud de Yuraiyy sino es el hecho de no haber atendido a su madre.

El señor Jatib era más sabio que Yuraiyy, incluso “más sabio” que nuestro santo profeta, dando una interpretación lamentable propia de los manipuladores sectarios.

El señor jatib aprovechó la ocasión para animar a las gentes a venir a la mezquita a fin de escuchar sus interpretaciones sectarias, que si en el caso del citado hadiz fueron estas, no podemos ni imaginar cómo serán sobre otros hadices o sobre el mismo Qur’an.

He aquí el wahabismo. He aquí la astucia del zorro, quien aprovecha no importa qué situación para engañar a las gentes a fin de llevarlas a su madriguera. Que Allah nos proteja de estas gentes, a nosotros y a Su Din, el Islam.

Salam

viernes, 17 de febrero de 2012

El waly y sus piernas

Bismi-l-Lahi-r-Rahmani-r-Rahim 

En los tiempos de las generaciones como la de Hassan al Basri, Zawban , Rabbi ‘a – l-Adawiyya y Abu Yazid al Bistami, los sufíes realizaban sus invocaciones en las mezquitas, normalmente durante la noche y antes del Fayr. 

Los chuyuj pasaban gran parte de su tiempo en las mezquitas, donde recibían las visitas de las gentes a fin de dar tanto consejos como dictámenes sobre chari’a; donde  decían las jutbas de los viernes y donde eran honrados, tanto por el pueblo como por ‘ulamas y gobernadores. Ellos mismos cumplían la función de ‘alim de cara a los asuntos legales.


Los celos de algunos gobernadores azuzados por la envidia de algunos ‘ulama, quienes veían su ciencia como un medio de obtener bienes materiales, provocaron que poco a poco los componentes de las tariqats tuvieran que dejar las mezquitas y reunirse en nuevos edificios destinados al efecto llamados zawiyyas.


Este fenómeno apareció mucho antes en el Medio Oriente, ya que allí se encontraban la sede del jalifato así como los principales estamentos del poder. Los julafa, poco a poco, se iban mundanizando y los ‘ulama comenzaban a independizar la ciencia del ‘ilm exterior (Islam)  del ‘ilm en general (Islam, Iman e Ihsan), el cual había sido global hasta la fecha.


Esto tardó muchísimo tiempo más en producirse, tanto en el Magreb como en al-Andalus. En la época de Ibn Arabi y sidi Abu Madiam de Cantillana (al Gawz), aunque existían las zawiyyas como lugar de reunión de los fuqara a fin de recibir las enseñanzas del Iman y del Ihsan, numerosos maestros enseñaban y decían las jutbas de los viernes en las mezquitas. El chayj Darqawi encontró a su maestro ‘Ali al-Yamal como encargado de una gran mezquita en Fez, donde le encontró por primera vez barriendo el templo. 

Sirva esto como preludio de la anécdota que vamos a contar hoy:


En una ocasión, en una ciudad de Medio Oriente, uno de aquellos ‘awliyya quienes moraban en las mezquitas era famoso debido a su manera de sentarse. Siempre lo hacía extendiendo completamente las piernas. Ya entrara en el templo, pobre o rico, indigente o poderoso, nunca recogía las piernas. Evidentemente aquello que podría parecer a todo el mundo una falta de cortesía se disipaba cuando comenzaba a hablar y dar consejos a las gentes. Así mismo todos eran testigos de su ascético modo de vida.

Las noticias de este waly llegaron al ‘amir, quien lleno de curiosidad decidió visitar la mezquita a fin de probar al waly.

Una vez llegado a la mezquita, el ‘amir pasó delante del waly, quien se limitó a devolver el saludo en la postura de siempre, es decir, sentado con las piernas extendidas y la espalda recostada en el muro. 

El ‘amir no podía negar que se encontraba herido en su orgullo, aún así era un hombre temeroso de Allah. Habló con un hombre de su séquito diciendo: - Toma esta bolsa llena de oro y ofrecésela a ese hombre (refiriéndose al waly) a cambio de que recoja sus piernas. Si lo toma le castigaremos por su falta de respeto; sino lo toma entonces sabremos que es un hombre de Allah. -. 

El hombre fue hasta donde estaba sentado el waly y le dijo : - El ‘amir ha sido testigo de cómo no has recogido las piernas ante su presencia y te ofrece esta bolsa de oro si aceptas el recogerlas- . 

A esto, el waly sonrió, y rehusando la bolsa de oro, dijo al emisario: 

Dile al ‘amir que yo soy de aquellos que extienden las piernas, pero no las manos.

jueves, 16 de febrero de 2012

El chayj "incauto"

Bismi-l-Lahi-r-Rahmani-r-Rahim

En entradas anteriores hemos puesto en guardia contra los falsos guías (shuyuj) y los peligros que conlleva el hecho de haber escogido mal aquella persona de la cual debemos aprender, sea en el dominio del fiqh, sea en el dominio de la espiritualidad. Es cierto que en el estudio de cualquiera de las ramas existentes en el Din del Islam es necesaria la guía de una persona quien haya pasado precedentemente por todas las etapas las cuales nosotros estamos obligados a recorrer. Ahora bien, el Chaytan está apostado en el camino de Allah para robarnos, si le es posible, el derecho a avanzar en seguridad por dicha vía. Cual ladrón, asaltante de caminos, nos espera a que iniciemos nuestra andadura para desviarnos a través de sus métodos de convicción: la sugestión y el alago de nuestro ego.

¿Qué mayor astucia pues que vestirse como santo y esperar que uno a uno todos los caminantes vayan cayendo en su trampa? ¿Quién puede resistir a la tentación de un hombre cuidadosamente vestido (como un Profeta), gesto medido al milímetro y palabras falsas mezcladas con verdades, expresadas con una falsa dulzura y una sonrisa angelical? ¿Quién va a resistir a la propaganda vertida sobre alguien quien pretende ser el más grande sabio del tiempo? Curiosamente, no solamente uno ni dos dicen esto de sí mismos o lo dejan decir a sus discípulos. ¿Qué discípulo puede resistirse pues a la tentación de encontrarse en la élite de la élite y ser uno de los mejores seres del universo?

 He aquí la propaganda la cual circula siempre alrededor de los falsos chuyuj, quienes son ayudados sin reservas por los medios de distribución informativa, sus falsas poses y un apoyo sin límites por parte de los seguidores.

 Desdichadamente la figura del hombre con el maletín dada por los testigos de Jehová se ha extendido ahora al Islam hasta el punto de convertirse en una moda perniciosa.

Pocos van al centro del asunto con todas las consecuencias y auscultan a dichos chuyuj a fin de averiguar ante todo si son verdaderos o falsos. Y sin embargo, esto último es un derecho que tiene el aspirante, y sobre todo un deber, afin de saber cuál es la responsabilidad que está tomando, pues él es el único responsable de sus actos frente a Allah.

 Dijo Rasulu-l-Lah:

En los últimos tiempos habrá gentes cuyas palabras serán como las de los ángeles y sus corazones como el de los lobos

Estamos en estos tiempos. Debemos ser cautos con las bellas palabras y auscultar las obras de aquellos quienes las pronuncian; analizar si sus hechos se corresponden a sus palabras en toda situación.

Sin embargo, puede darse el hecho de que alguien con toda su sinceridad pudiera caer en las fauces de uno de estos lobos, y digo lobos porqué: ¿qué mayor pecado que mentir en el camino de Allah? ¿Qué podría pues pasar a dicho incauto quien a pesar de toda su sinceridad pudiera ser engañado? He aquí una historia el efecto de un hecho acontecido hace algunos siglos:

Un aspirante a la Vía espiritual oyó hablar de un chayj llamado Mansur. Dicho chayj tenía su zawiyya en lo alto de una montaña y allí moraba rodeado de discípulos.

Así pues, nuestro aspirante se dispuso a dejar su trabajo para ir a encontrar al chayj y practicar bajo su guía la invocación a Allah – subnanahu wa ta’ala -. Llegado a la comarca donde se encontraba la montaña en cuya cima moraba el chayj, preguntó a un transeúnte sobre la zawiya del chayj Mansur. Este hombre le engañó y lo que hizo fue darle la dirección de otro hombre llamado Mansur quien vivía a medio camino entre la llanura y la cima de la montaña. Dicho Mansur era un mal hombre y en cuanto el aspirante llegó a su casa ofreciéndose para ser guiado, se presentó a sí mismo como el propio chayj.

Se aprovechó de él haciéndole cargar con duros trabajos, únicamente para su beneficio personal. El discípulo confiado se decía para sí mismo: “si el chayj me hace pasar por esto es que mi nafs es dura y necesita de mucha disciplina para someterse a la Voluntad de Allah” – Pobre hombre: el falso chayj le hacía cargar con pesadas piedras, construir para él, cuidar de los animales y realizar los trabajos del campo. Y las cosas continuaron de esta guisa durante algunos años.

A todo esto, el verdadero chayj Mansur, seguía en su zawiyya sin que aparentemente le hubieran llegado noticias de estos hechos. El chayj Mansur enfermó de su última enfermedad. Estando en las puertas de la muerte sus discípulos se acercaron a él y le preguntaron quién le iba a suceder después de que él dejara este mundo. La respuesta del chayj Mansur sorprendió enormemente a todos sus discípulos. Dijo:

“He estado con vosotros varios años enseñándoos la tariqa, pero vosotros sois duros de corazón y poco habéis aprendido. Sin embargo, cerca de nosotros, en casa de Fulano se encuentra mi heredero. El se ha sometido a Allah con todo su corazón y Allah le ha gratificado con su conocimiento.”

Y diciendo esto les dio las señas del falso chayj, donde se encontraba ese hombre quien había realizado por Allah los más desagradables y duros trabajos que uno pudiera imaginar.

Una vez fallecido el chayj, los discípulos todos, a una fueron a buscar al nuevo chayj y le hicieron trasladarse a la zawiyya para ocupar el lugar dejado por su antiguo maestro.

Y he aquí  como el incauto llegó a ser un chayj.

Salam


martes, 14 de febrero de 2012

lunes, 13 de febrero de 2012

Bella historia de sayyidina Ibrahim contada por nuestros hermanos musulmanes de México

Algunas de las Gentes del Libro dicen que su nombre fue Ibrahim Ibn Tarikh, Ibn Nahur, Ibn Sarough, Ibn Raghu, Ibn Phaligh, Ibn 'Aher, Ibn Shalih, Ibn Arfghshand, Ibn Sam, Ibn Noah.
Dicen que cuando Tarikh tenía setenta y cinco años tuvo a Ibrahim, Nahor (Nohour) y Haran. Haran tuvo un hijo llamado Lot (Lut). Cuentan que Abraham era el segundo, y que Haran murió mientras aun vivía su padre, en la tierra donde nació, la tierra de los caldeos (Al-Kaldanieen), también conocida como Babilonia. En aquel tiempo mucha gente adoraba a ídolos de piedra y madera, otros adoraban a los planetas, las estrellas, el Sol y la Luna, y otros incluso adoraban a sus reyes y gobernantes.
Ibrahim nació en ese ambiente, en una típica familia de la antigüedad. Sin embargo, el jefe de la familia no era cualquier idólatra, sino que era alguien que rechazaba completamente a Allah y acostumbraba a hacer ídolos con sus propias manos. Algunas tradiciones dicen que el padre de Ibrahim murió antes de que él naciera y que fue criado por un tío al que Ibrahim llamaba padre. Otras tradiciones dicen que su padre estuvo con vida y se llamó Azer.
En esa familia nació Ibrahim, destinado a enfrentarse con su propia familia, y con todo el sistema que había en su comunidad. En definitiva, se enfrentó a toda clase de idolatría.
Estaba dotado de conocimiento espiritual desde temprana edad. Allah iluminó su corazón y su mente y le dio sabiduría desde su niñez. Allah, Todopoderoso, dice en el Coran:
"Y ciertamente dimos en la antigüedad a Ibrahim (parte de) la guía correcta, y estábamos bien informados de él (con respecto a su creencia en la unidad de Allah, etc.)" (1).
En su temprana infancia, Ibrahim se dio cuenta de que su padre hacía esculturas extrañas. Un día le preguntó acerca de qué era lo que había hecho. Su padre le respondió que hacía estatuas de dioses. Ibrahim quedó sorprendido y rechazó espontáneamente la idea. De niño jugaba con tales estatuas, sentándose en sus espaldas como la gente se sienta en las espaldas de los asnos y las mulas.
Un día, su padre le vio cabalgando la estatua de Mardukh y se puso furioso. Le ordenó a su hijo que no jugara más con él.
Ibrahim preguntó: "¿Padre, qué es esta estatua? Tiene orejas grandes, más grandes que las nuestras".
Su padre le dijo: "¡Es Mardukh, hijo, el dios de dioses! Ésas orejas grandes muestran su gran conocimiento".
Esto le hizo reír a Ibrahim. Tenía sólo siete años en ese entonces.
Pasaron los años e Ibrahim creció. Desde pequeño, su corazón estaba lleno de rechazo por estos ídolos. No podía comprender cómo una persona cuerda podía hacer una estatua y luego adorar lo que él mismo había hecho. Observó que estos ídolos no comían, no bebían ni hablaban, y que no podían levantarse si es que alguien les ponía hacia abajo. ¿Cómo era, entonces, que la gente podía creer que esas estatuas podían dañarlos o beneficiarlos?
El pueblo de Ibrahim tenía un gran templo lleno de ídolos, en cuyo centro había un nicho en el que se colocaban los dioses más importantes, de diferentes tipos, características y formas. Ibrahim, que solía ir al templo con su padre cuando era niño, despreciaba grandemente toda esa piedra y esa madera. Le sorprendía la manera en que su gente se comportaba cuando entraban al templo: se reclinaban y empezaban a llorar, suplicando e implorando ayuda a sus dioses, como si esos ídolos pudieran oír o entender sus súplicas.
Al principio, ese espectáculo le divertía, pero luego Ibrahim se enojaba por ello. ¿No era asombroso que toda esa gente pudiera ser engañada? A este problema, se añadía el hecho de que su padre quería que él fuera un sacerdote cuando creciera. Quería únicamente de su hijo que reverenciara esas estatuas, y sin embargo Ibrahim nunca cesó de sentir odio y desprecio por las mismas.
Una noche Ibrahim dejó su casa para ir a una montaña. Estuvo caminando solo en la oscuridad hasta que optó por ir a una cueva en la montaña, donde se sentó, apoyando su espalda contra la pared. Miró hacia el cielo. Apenas había comenzado a mirarlo cuando recordó que esos planetas y estrellas que miraba eran adorados por muchas gentes en la tierra. Su joven corazón sintió pánico. Entonces pensó en lo que está más allá de la luna, las estrellas y los planetas (es decir, Allah) y se asombró de que estos cuerpos celestes fueran adorados por los hombres, cuando los mismos habían sido creados para adorar y obedecer a su Creador, apareciendo y desapareciendo según su Mandato.
Entonces Ibrahim se dirigió hacia la gente que adoraba los cuerpos celestiales, como Allah, el Poderoso, ha revelado:
"Y así mostramos a Ibrahim el reino de los cielos y de la tierra, para que fuera de los convencidos. Cuando le cubrió la noche, vio una estrella y dijo: "Éste es mi Señor". Pero cuando desapareció, dijo: "No amo a lo que se desvanece". Cuando vio la luna que salía, dijo: "Éste es mi Señor". Pero al ver que desaparecía, dijo: "Si mi Señor no me guía, seré ciertamente de los extraviados". Cuando vio el sol que salía, dijo: "¡Éste es mi Señor! ¡Éste es mayor!". Pero cuando se ocultó dijo: "¡Gente mía, soy inocente de lo que asociáis a Allah!. En verdad, vuelvo mi rostro, como hanif (que adora sólo a Allah), hacia Quien ha creado los cielos y la tierra. Y no soy de los que asocian".
"Su pueblo disputó con él. Y él Dijo: "¿Me discutís sobre Allah cuando Él me ha guiado? No temo lo que Le asociáis. (Nada me pasará) a menos que mi Señor quiera algo. Mi Señor abarca con su conocimiento todas las cosas. ¿Es que no vais a recapacitar?".
"¿Y cómo habría de temer lo que Le habéis asociado si vosotros no teméis asociar con Allah aquello con lo que no ha descendido para vosotros ninguna evidencia? ¿Cuál de las dos partes tiene más motivos para estar a salvo, si sabéis ...?".
"Aquellos que creen y no empañan su creencia con ninguna injusticia, ésos son los que tienen seguridad, los que están guiados. Ésta es Nuestra Prueba, que dimos a Ibrahim sobre su gente. A quien queremos, lo elevamos en grados. Es cierto que tu Señor es Sabio y Conocedor". (2)
En dicho debate, Ibrahim dejó en claro a su gente que los cuerpos celestes no son deidades y no pueden ser adorados como si fueran asociados de Allah, el Poderoso. Ciertamente, tales objetos son cosas creadas, ideadas, controladas, manejadas y puestas al servicio. Aparecen y desaparecen en ciertos momentos, perdiéndose de vista de nuestro mundo. Sin embargo, Allah, el Poderoso, nada pierde de vista y nada puede ocultársele. Él no tiene fin, y no desaparece. No hay más deidad que Allah.
Ibrahim les dejó en claro, en primer lugar, que los cuerpos celestes no son objetos para ser adorados y, en segundo lugar, que ellos están entre los signos de Allah. Allah, el Poderoso, ordenó:
"Entre Sus signos están la noche y el día, el sol y la luna. No os postréis ni ante el sol ni ante la luna sino postraos ante Allah que es Quien los ha creado, si sólo a Él lo adoráis". (3)
El razonamiento de Ibrahim ayudó a revelar la verdad, y así empezó el conflicto entre él y su gente, pues los adoradores de las estrellas y los planetas no permanecieron callados. Empezaron a argumentar contra Ibrahim y a amenazarlo.
Ibrahim replicó:
"¿Me discutís sobre Allah cuando Él me ha guiado? No temo lo que Le asociáis. (Nada me pasará) a menos que mi Señor quiera algo. Mi Señor abarca con su conocimiento todas las cosas. ¿Es que no vais a recapacitar?".
"¿Y cómo habría de temer lo que Le habéis asociado si vosotros no teméis asociar con Allah aquello con lo que no ha descendido para vosotros ninguna evidencia? ¿Cuál de las dos partes tiene más motivos para estar a salvo, si sabéis ...?".
"Aquellos que creen y no empañan su creencia con ninguna injusticia, ésos son los que tienen seguridad, los que están guiados." (4)
En el primer grupo están representados los encubridores, aquellos que adoraban los cuerpos celestes. La situación siguiente muestra al segundo grupo, aquellos que practicaban la idolatría.
Allah dio a Ibrahim el razonamiento necesario la primera vez así como cada vez que él argumentaba con su gente. Allah, el Poderoso, dijo:
"Ésta es Nuestra Prueba, que dimos a Ibrahim sobre su gente. A quien queremos, lo elevamos en grados. Es cierto que tu Señor es Sabio y Conocedor". (5)
Ibrahim hizo lo que pudo para que su gente atendiera a la creencia en la unidad de Allah, el Poderoso, y a adorarle sólo a Él. Les pidió firmemente que renunciaran a la adoración a los ídolos. Le dijo a su padre y a su gente:
"¿Qué son estas estatuas a las que dedicáis vuestra adoración? Le dijeron: Encontramos a nuestros padres adorándolas. Él dijo: Realmente vosotros y vuestros padres estáis en un evidente extravío. Le dijeron: ¿Nos traes la verdad o eres de los que juegan? Él dijo: Muy al contrario. Vuestro Señor es el Señor de los Cielos y de la Tierra, el que los creó. Y yo soy uno de los que dan testimonio de ello". (6)
Entonces todo se rompió entre Ibrahim y su gente, y empezó una pugna. El más asombrado y furioso era su padre (o su tío que lo había criado), pues, como se sabe, no sólo adoraba ídolos sino que los esculpía y los vendía. Ibrahim sintió que era su deber, como hijo, advertir a su padre respecto a ese proceder de manera que pudiera librarse del castigo de Allah.
Como hijo sabio, ni ridiculizó a su padre ni se burló de su conducta. Declaró amarlo, esperando el amor paternal. Entonces le preguntó en buenas maneras porqué adoraba ídolos sin vida que no podían escucharle, verle o protegerle. Y antes de que su padre se enfureciera, se apresuró en añadir:
"¡Padre! Me ha llegado un conocimiento que no te ha llegado a ti, sígueme y te guiaré por un camino llano. ¡Padre! No adores al Shaytán . Shaytán ha sido rebelde con el Misericordioso. ¡Padre! Temo de verdad que te llegue un castigo del Misericordioso y seas de los que acompañen al Shaytán. (Su padre) Le dijo: ¿Acaso desprecias a mis dioses, Ibrahim? Si no dejas de hacerlo, te lapidaré. Aléjate de mi durante mucho tiempo. Ibrahim dijo: La paz sea contigo. Pediré perdón por ti a mi Señor. Es cierto que Él es complaciente conmigo. Me alejaré de vosotros y de lo que adoráis fuera de Allah". (7)
El fuerte trato de su padre no impidió que Ibrahim comunicara el mensaje de la verdad. Enojado y triste de ver a la gente postrarse ante ídolos, tomó la determinación de erradicar estas prácticas y fue a la ciudad a enseñar a la gente, sabiendo muy bien que podría sufrir daños.
Cual doctor experto que busca la causa de la enfermedad a fin de prescribir la cura adecuada, o como un juez que interroga agudamente al acusado a fin de averiguar la verdad, Ibrahim les preguntó: "¿Los ídolos les ven cuando se postran ante ellos? ¿Les proporcionan beneficios de alguna manera?" Ellos rápidamente trataron de defender sus creencias. Alegaron que sabían que sus ídolos no tenían vida, pero que vieron a sus antepasados adorándoles; esto era, para ellos, una razón suficiente para mantener su actitud idólatra.
Ibrahim les explicó que sus antepasados estaban equivocados. Esto les enfureció y replicaron: "¿Estás condenando a nuestros dioses y a nuestros antepasados? ¿O sólo estás bromeando?"
Ibrahim no se atemorizó, sino que respondió: "Lo digo en serio. Vengo a ustedes con un conocimiento verdadero. He sido enviado con la guía de nuestro Señor, El Único digno de adoración, el Creador de los Cielos y la Tierra, el que gobierna todos los aspectos de la vida, muy distinto en esto a los ídolos mudos, que son sólo de piedra y madera".
Para convencerlos de que los ídolos no podían dañarle, les desafió: "Les he condenado; ¡si tuvieran algún poder ya deberían haberme dañado!".
Allah, el Poderoso, dice:
"Recítales la historia de Ibrahim. Cuando le dijo a su padre y a su gente: ¿Qué es lo que adoráis? Le dijeron: Adoramos ídolos a quienes continuaremos aferrados. Él dijo: ¿Acaso os escuchan cuando los invocáis? ¿U os auxilian u os perjudican? Dijeron: No, pero encontramos a nuestros padres que así hacían."
"Él dijo: ¿Habéis visto lo que adoráis vosotros y vuestros padres antiguos? Ellos son mis enemigos, al contrario del Señor de los Mundos. Que me creó y me guía. Que me alimenta y me da de beber y que, cuando estoy enfermo, me cura. Y el que me hará morir y luego me devolverá a la vida. Y de Quien espero con anhelo que me perdone las faltas el Día de la Rendición de Cuentas". (8)
En otra sura Allah reveló:
"Y (recuerda a) a Ibrahim, cuando le dijo a su gente: "Adorad a Allah y temedle, ello es mejor para vosotros si sabéis. En lugar de Allah vosotros adoráis sólo ídolos. Estáis creando una mentira. Ésos que adoráis fuera de Allah no tienen poder para daros sustento. Así pues, buscad la provisión junto a Allah y adoradlo y agradecedle. A él habréis de volver. Pero si negáis la verdad ... Ya lo hicieron naciones anteriores a vosotros. Al Mensajero sólo le incumbe transmitir con claridad".
¿Es que no ven cómo Allah crea una vez de la nada y luego lo hace de nuevo? Eso es simple para Allah.
Di: "Id por la tierra y mirad cómo empezó la creación. Luego Allah hará surgir la última creación. Allah tiene poder sobre todas las cosas".
Castiga a quien quiere y se apiada de quien quiere. A él habréis de retornar. No tenéis escape alguno ni en la tierra ni en el cielo. Ni tenéis protector o defensor fuera de Allah. Y los que se niegan a creer en los signos de Allah y en el encuentro con Él, ésos desesperan de Mi misericordia y tendrán un doloroso castigo". (9)
Ibrahim les explicó la belleza de la creación de Allah, su Poder y Sabiduría. La adoración de ídolos es detestable para Allah, pues Allah es el Señor del Universo, El Creador de la humanidad, Quien guió a Ibrahim, le dio alimento y bebida, y le curó cuando estaba enfermo, Quien le hará morir y le dará vida nuevamente. Es Él a Quien Ibrahim adoraba y Quien le perdonaría sus errores el Día del Juicio. De todos modos, ellos no hicieron más que aferrarse firmemente a la idolatría.
Ibrahim abandonó la casa de su padre y abandonó a su gente y a lo que adoraban. Decidió hacer algo respecto a la incredulidad de ellos, pero lo mantuvo oculto. Sabía que iba a haber una gran celebración en la otra orilla del río a la que concurriría mucha gente. Ibrahim esperó hasta que la ciudad estuvo vacía, y entonces salió sigilosamente, dirigiéndose hacia el templo. Las calles conducentes allí estaban vacías y el templo mismo se encontraba desierto, ya que los sacerdotes también se habían ido al festival en las afueras de la ciudad.
Ibrahim llegó allí portando un bien afilada. Miró a las estatuas de los dioses de piedra y madera y a la comida que se ponía frente a ellos como ofrendas. Se acercó a una de las estatuas y preguntó: "La comida que te han puesto se está enfriando. ¿Porqué no la comes?". La estatua se mantuvo en silencio y rígida. Ibrahim preguntó a las otras estatuas a su alrededor:
"¿es que no vais a comer (las ofrendas)". (10)
Las estaba ridiculizando pues sabía que no comerían. Nuevamente les preguntó:
"¿Qué ocurre que no hablan?". (11)
Levantó su hacha y empezó a destrozar a esos falsos ídolos que adoraba la gente. Los destruyó a todos excepto a uno, en cuyo cuello colgó el hacha. Heco esto, su ira se calmó y quedó en paz. Entonces salió del templo. Había cumplido con su deseo de mostrar a su gente el absurdo de adorar otra cosa que Allah.
Cuando la gente regresó, se quedaron sumamente impresionados al ver a sus ídolos destrozados en pedazos, dispersos por todo el templo. Empezaron a adivinar quién habría hecho esto a los ídolos y el nombre de Ibrahim les vino a la mente.
Allah, el Poderoso, dice:
"Dijeron: ¿Quién ha hecho esto con nuestros dioses? Ciertamente es un injusto. Dijeron: Hemos oído a un joven referirse a ellos, le llaman Ibrahim. Dijeron: Traedlo a la vista de todos. Quizá pueda atestiguar. Dijeron: ¿Eres tú el que ha hecho esto con nuestros dioses, Ibrahim? Dijo: No; ha sido éste, el mayor de ellos. Preguntadles, si es que pueden hablar."
"Volvieron sobre sí mismos y se dijeron entre sí: En verdad sois injustos. Luego, recayendo en su estado anterior de kufr, dijeron: Sabes perfectamente que éstos no hablan. Dijo: ¿Entonces adoráis fuera de Allah lo que ni os beneficia ni os perjudica en nada? ¡Lejos de mi vosotros y lo que adoráis fuera de Allah! ¿Es que no podéis razonar?". (12)
Furiosos, reclamaron que se arrestara y enjuiciara a Ibrahim. Éste no opuso resistencia. Era precisamente lo que quería, a fin de poder mostrar en público lo absurdo de sus creencias.
Le preguntaron, en el juicio, si él era responsable del destrozo de los ídolos. Sonriendo, les respondió que le preguntaran al ídolo más grande, que aún estaba entero. Les dijo que él debía ser el culpable. Le respondieron que sabían bien que el ídolo no podía hablar ni moverse, lo que le dio a Ibrahim la oportunidad de probar la ridiculez de adorar a esos objetos sin vida.
Entonces, ellos se dieron cuenta del sinsentido de sus creencias; sin embargo, la arrogancia no les permitía admitir su error. Lo único que pudieron hacer fue usar su poder de autoridad -como hacen usualmente los tiranos- para castigar a Ibrahim. Lo encadenaron y planearon su venganza.
El odio quemaba sus corazones. Decidieron lanzar a Ibrahim al fuego más grande que pudieran construir. Se ordenó a todos los ciudadanos que juntaran madera como servicio a sus dioses. En su ignorancia, las mujeres enfermas hicieron la promesa de que si se curaban darían mucha madera para quemar a Ibrahim. Durante muchos días se estuvo juntando el combustible.
Cavaron un hoyo profundo, que se llenó con madera de quemar que prendieron. Trajeron una catapulta con la que lanzar a Ibrahim al fuego. Metieron a Ibrahim en la catapulta, con las manos y los pies atados. El fuego ya estaba listo, con sus llamas llegando al cielo. La gente se quedó lejos del hoyo debido al gran calor que hacía. Entonces, el sacerdote principal dio la orden de lanzar a Ibrahim al fuego.
El ángel Gabriel se puso cerca de la cabeza de Ibrahim y le preguntó: "Oh Ibrahim, ¿deseas algo?". Ibrahim le respondió: "De ti, nada".
Se lanzó la catapulta, y se envió a Ibrahim al fuego, pero su descenso a las llamas fue un descenso gradual a un jardín fresco. Las llamas aún estaban allí, pero no quemaban, porque Allah, el Poderoso, había dado esta orden:
"¡Fuego! Sé frescura y seguridad para Ibrahim". (13)
El fuego se sometió a la voluntad de Allah, volviéndose frescor y seguridad para Ibrahim. Sólo quemó sus ataduras. Y se sentó en medio del fuego como si se estuviera sentando en un jardín. Se puso a glorificar y a alabar a Allah, el Poderoso, con su corazón lleno únicamente de amor por Allah. No había allí lugar alguno para el temor, el pavor o la pena. Estaba lleno únicamente de amor.
El temor y el espanto se habían muerto, y el fuego se había vuelto frescura, haciendo agradable el aire. Aquellos que aman a Allah como Ibrahim, no temen.
Allah, el Poderoso, declaró:
"Aquellos (creyentes) a los que dijo la gente: Los hombres se han reunido contra vosotros; tenedles miedo. Pero esto no hizo sino incrementar su confianza y dijeron: ¡Allah es Suficiente para nosotros! ¡Y qué excelente Guardián! Y regresaron con una gracia y favor de Allah; ningún mal les había tocado. Siguieron lo que complace a Allah, y Allah es Dueño de un favor inmenso. Así es con vosotros el Shaytán, es atemoriza con sus amigos. Pero, si sois creyentes, no les temáis a ellos, temedme a Mí". (14)
La multitud, los hombres de importancia y los sacerdotes se sentaron a observar el fuego a distancia. Éste les quemaba las caras y prácticamente les estaba asfixiando. Se mantuvo ardiendo por tal tiempo que los incrédulos pensaron que nunca se extinguiría.
Cuando terminó de arder, se quedaron enormemente sorprendidos de ver a Ibrahim venir del hoyo sin haber sido tocado por el fuego. Sus caras estaban negras por el humo, pero la de él estaba luminosa con la luz y la gracia de Allah. El fuego furioso se había vuelto frescura para Ibrahim y sólo había carbonizado las cuerdas que le ataban. Salió del fuego como si estuviera saliendo de un jardín. Los idólatras gritaron de asombro. "Quisieron dañarle, pero Nosotros les hicimos los perdedores". (15)
El milagro asombró a los tiranos, pero la llama de odio de sus corazones no se enfrió. De todos modos, después de este suceso, varias personas siguieron a Ibrahim, aunque algunos mantuvieron en secreto su creencia por temor a sufrir daños o a ser muertos en manos de los gobernantes.
Cuando el rey Namrud escuchó cómo Ibrahim había escapado exitosamente al fuego montó en cólera. Temió que el estatus de divinidad que proclamaba para sí mismo se cambiara ahora por el de un ser humano corriente. Convocó a Ibrahim a palacio y mantuvo un diálogo con él que Allah, el Poderoso, nos relata:
"¿No has visto a aquel que, porque Allah le había dado soberanía, desafió a Ibrahim discutiéndole a su Señor? Dijo Ibrahim: Mi Señor da la vida y da la muerte. Dijo él: Yo doy la vida y doy la muerte. Dijo Ibrahim: Allah trae el sol desde el oriente, tráelo tú desde occidente. Y el kafir que se negaba a creer se quedó sin habla. Allah no guía a los que son injustos". (16)
La fama de Ibrahim se extendió por todo el Imperio. La gente hablaba de cómo se había salvado del fuego y de cómo había hablado con el rey y le había dejado sin argumentos. Mientras tanto, Ibrahim seguía llamando a la gente a Allah, haciendo un gran esfuerzo para guiar a su gente por el camino recto.
Trató por todos los medios de convencerlos. Sin embargo, a pesar de su amor y el cuidado que tenía por su gente, éstos se enfadaron y le dejaron. Sólo un hombre y una mujer de su gente compartían su creencia en Allah. El nombre de la mujer era Sarah, y se hizo su esposa. El nombre del hombre era Lut (Lot), y era un profeta.
Cuando Ibrahim comprendió que nadie más seguiría su llamada, decidió emigrar. Dejó su pueblo y viajó con su esposa y con Lut a una ciudad llamada Ur, de ahí a otra llamada Haran, y de ahí a Palestina.
Allah, el Poderoso, dijo:
"Y Lut Creyó en él (en Ibrahim). Él (Ibrahim) dijo: He de emigrar por mi Señor, es cierto que Él es el Inigualable, el Sabio". (17)
Luego de estar en Palestina, Ibrahim viajó a Egipto, llamando a la gente a creer en Allah por dondequiera que iba, juzgando rectamente entre la gente y guiándoles a la verdad y la justicia.
Abu Hurairah relata que Ibrahim no mintió sino solamente en tres ocasiones, dos de ellas por causa de Allah, cuando dijo: "Estoy enfermo", (18) y cuando dijo: "(No lo he hecho sino que) este ídolo grande lo hizo". La tercera fue cuando Ibrahim y Sarah (su esposa), en un viaje, pasaron por el territorio de un tirano. Alguien le dijo al tirano: "Este hombre (es decir, Ibrahim) está acompañado de una mujer fascinante". Entonces, envió por Ibrahim y le preguntó acerca de Sarah diciendo: "¿Quién es esta dama?". Ibrahim dijo: "Es mi hermana". Ibrahim fue donde Sarah y le dijo: "¡Oh Sarah! No hay más creyentes sobre la faz de la tierra que tú y yo. Este hombre me preguntó acerca de ti y le he dicho que eres mi hermana; no contradigas lo que le dije". El tirano entonces llamó a Sarah, y cuando ella fue donde él, trató de retenerla con su mano, pero (su mano se puso rígida y) quedó confundido. Le pidió a Sarah: "Ruega a Allah por mi y no te haré daño". Entonces Sarah pidió a Allah que se curara y quedó curado. Trató de tomarla por segunda vez pero (su mano se puso tan o más rígida que la vez anterior y) quedó más confundido. Le pidió nuevamente a Sarah: "Ruega a Allah por mi y no te haré daño". Sarah pidió a Allah nuevamente por él y el hombre quedó bien. Entonces él llamó a uno de sus guardias, (el que la había traído) y le dijo: "No me has traído a un ser humano, sino que me has traído a un demonio". El tirano le regaló a Sarah, como doncella sirviente, a Hajar. Sarah regresó (donde Ibrahim) mientras él estaba rezando. Ibrahim, haciendo un gesto con su mano, le dijo: "¿Qué ha pasado?". Ella respondió: "Allah estropeó el turbio plan del kafir y me dio a Hajar en servidumbre". Abu Hurairah se dirigió entonces a los que le escuchaban diciendo: "Ésa (Hajar) es vuestra madre, Oh Bani Ma-is-Sama (es decir, los árabes, descendientes de Ismail, hijo de Hajar)".
Sarah, la esposa de Ibrahim, era estéril. Había recibido a Hajar, que era egipcia, como su sirviente. Ibrahim había envejecido, y su cabello ya estaba gris después de muchos años dedicados a llamar a la gente a Allah. Sarah pensó que ella e Ibrahim se encontraban solos porque ella no podía concebir un hijo. Por tanto, ofreció a su esposo a su sirviente, Hajar, en matrimonio. Hajar dio a luz a su primer hijo, Isma'il (Ismael), cuando Ibrahim era ya un hombre de avanzada edad.
Ibrahim vivió en la tierra adorando a Allah y llamando a la gente al tawhid, pero ya estaba viajando hacia Allah, conocedor de que sus días en la tierra eran limitados y que serían seguidos por la muerte y, finalmente, la resurrección. El conocimiento de la vida después de la muerte llenaba a Ibrahim de paz, amor y certeza.
Un día, él imploró a Allah que le mostrara cómo haría para resucitar a los muertos. Allah le ordenó a Ibrahim que tomara cuatro aves, las cortara en pedazos, mezclara las partes de sus cuerpos, las dividiera en cuatro grupos, y los colocara a cada uno en la cima de cuatro montes diferentes, y que entonces llamara a las aves en el nombre de Allah. Ibrahim hizo como se le dijo. De inmediato, las partes mezcladas de las aves se separaron para unirse a sus cuerpos originales en diferentes lugares, y las aves volaron hasta donde estaba Ibrahim.
Allah, el Poderoso, reveló:
"Y (recuerda) cuando Ibrahim dijo: ¡Señor mío! Déjame ver cómo resucitas lo que está muerto. Dijo: ¿Acaso no crees? Dijo: Por supuesto que sí, pero es para que mi corazón se tranquilice. Dijo: Toma, entonces, cuatro pájaros distintos, córtalos en pedazos y, a continuación, pon un pedazo en cada monte y luego llámalos. Vendrán a ti en el acto. Y sabe que Allah es Poderoso, Sabio". (19)
(1). Sura 21: 51. (2). Sura 6: 75-83. (3). Sura 41: 37. (4). Sura 6: 80-82. (5). Sura 6: 83. (6). Sura 21: 52-56. (7). Sura 19: 43-48. (8). Sura 26: 69-82. (9). Sura 29: 16-23. (10). Sura 37: 91. (11). Sura 37: 92. (12). Sura 21: 59-67. (13). Sura 21: 69. (14). Sura 3: 173-175. (15). Sura 21: 70. (16). Sura 2: 258. (17). Sura 29: 26. (18). Cuando su gente celebraba un festival en honor de sus dioses, Ibrahim se excusó (de no poder ir) diciendo que estaba enfermo. (Ver Sura 37: 89). (19). Sura 2: 260.